Mónica ha vivido cinco años de sufrimiento y diez días de calvario. Camarera "toda mi vida", asegura, quedó en paro en 2010 porque la empresa donde trabajaba cerró. Comenzó entonces una espiral que culminó ayer con el desalojo de la vivienda que ocupaba hace diez meses en la calle Guanarteme de Tío Pino, en Ofra.

No hubo esta vez policías ( "hasta 16 contamos el otro día" aseguraba una amiga) porque Mónica ya reconoció que debía abandonar la casa tras el plazo de diez días que le dieron. "Me sentí muy presionada". El desahucio era en realidad para un inquilino que debía el alquiler y dejó la vivienda. Mónica, de 38 años, la ocupó con sus tres hijos, de 18, 13 y 3. "Sé que está mal pero tengo que darles un techo", afirma. "Tampoco está bien robar y lo he hecho para darles de comer, ni colarse en el tranvía".

La alternativa que le ofrecen los Servicios Sociales "es un centro, en el sur, donde hay maltratadas o chicas violadas. Me dicen que el problema soy yo. Voy a una farmacia y dejo de ser el problema", asegura algo llorosa por única vez.

La Comisión Judicial llegó puntual, a las 11:30, y en taxi. La afectada, arropada por miembros de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), ya había sacado sus cosas. Pepe, "un ángel voluntario", aportó su furgoneta para trasladar los enseres a un trastero en Radazul "que me pagan. El móvil me lo regalaron y me lo recargan mis dos nuevas madres, Isabel y Rocío". Ellas lo corroboran con discreción. "No sé donde voy a dormir hoy (por ayer), pero estoy dispuesta a acampar delante de Viviendas Municipales", dice.

Es ya la segunda vez. El año pasado, Mónica sufrió un primer desahucio en Finca España. "Allí estaba empadronada. Ahora, gracias a la PAH, lo estoy aquí". En La Laguna aprobó un curso de jardinería y el reciente Carnaval trabajó siete días en un autobar.

Mónica solicitó la PCI "en enero del año pasado. Siempre me dicen que no hay dinero, pero gente que se apuntó después, la cobra". "No pido que me regalen nada sino un alquiler social y me buscaré la vida para pagar la cuota", valora.

Mónica pidió una última "pírdula" antes de entregar las llaves del piso -"lo dejo como lo encontré"- para recoger a su perro, Sam, un "mil leches" que sacó de la calle. Del chándal pasó a camiseta y vaquero. Acicalada para salir "con dignidad y la cabeza alta". El propietario se quedó con su casa y la okupa... (Continuará).