Los diputados franceses adoptaron hoy con una amplia mayoría la ley que permite la sedación "profunda y continua" de los pacientes en fase terminal, al tiempo que cierra la puerta a la eutanasia y el suicidio asistido.

El amplio respaldo parlamentario con que fue adoptado el texto -436 votos a favor, 34 en contra y 83 abstenciones- ocultó un tanto la controversia que genera entre las asociaciones pro-vida, que consideran excesiva la ley, y entre los proclives a la eutanasia, que piensan que se queda corta.

La ministra de Sanidad, Marisol Touraine, consideró la ley como "un gran avance" social que va en la línea de lo que había prometido el presidente, François Hollande, durante la campaña electoral que en 2012 le llevó al Elíseo.

En su programa se comprometía a que "toda persona mayor en fase avanzada o terminal de una enfermedad incurable que le provoca sufrimiento físico o psíquico insoportable y que puede ser calmado pueda pedir, en condiciones precisas y estrictas, una asistencia médica para terminar su vida con dignidad".

Muchos, como la Asociación para el Derecho a Morir con Dignidad, lo vieron como una puerta abierta a la eutanasia, aunque ahora reconocen que la frase tiene una medida ambigüedad que dejaba a Hollande las manos libres para legislar.

También se han visto decepcionados por el texto los neocomunistas y los ecologistas, que optaron por abstenerse porque reconocen que hay avances en la ley pero también que "supone una oportunidad perdida" para avanzar en favor de la eutanasia, que según los sondeos respaldan el 80 % de los franceses.

Más allá de estas discrepancias, la amplia mayoría lograda por el texto supone una victoria para Hollande, que había preconizado el consenso para evitar la división del país que provocó en 2013 la legalización del matrimonio homosexual.

También entonces las encuestas mostraban una amplia mayoría social favorable a la medida, pero la oposición conservadora logró tensar el debate hasta el punto de hacer salir a la calle a cientos de miles de personas en impresionantes manifestaciones que dieron la imagen de un país roto.

La nueva ley sobre el final de vida fue el fruto del trabajo conjunto de un diputado socialista, Alain Claeys, y otro conservador, Jean Leonetti, y de dos jornadas de debates en los que los dos principales grupos acordaron los puntos más polémicos.

Los conservadores estaban muy interesados en que se cerrara la puerta de forma explícita a la eutanasia y el suicidio asistido, algo a lo que accedieron los socialistas, aunque eso les hizo perder el respaldo de los neocomunistas y ecologistas.

"Hemos optado por dormir y no por dar la muerte", resumió el diputado Leonetti, satisfecho con el resultado obtenido.

La nueva ley instaura la sedación "profunda y continua" de los enfermos en fase terminal, que será decidida por el equipo médico con el acuerdo de la familia.

En ese estado, al enfermo se le retirará todo tratamiento médico, incluida la alimentación y la hidratación hasta que le llegue la muerte, el punto más delicado de la ley, ya que muchos consideran que en esas circunstancias el paciente sufre.

Para el portavoz de la asociación Alliance Vita, Tugdual Derville, el texto mezcla "sedaciones buenas y malas", lo que equivale a abrir la puerta a la eutanasia activa.

El posible sufrimiento del paciente sin alimentación e hidratación fue también utilizado como argumento por los diputados favorables a la eutanasia.

La otra gran medida de la nueva ley se refiere a la imposición del respeto al llamado testamento vital, en el que todo individuo tiene derecho a dejar sus últimas voluntades en caso de encontrarse en fase terminal.

Hasta ahora ese testamento tenía que ser tenido en cuenta por el equipo médico, pero su cumplimiento no era obligatorio.

Ahora lo serán, como lo son en Alemania, con las excepciones de casos en los que los galenos los consideren "manifiestamente inapropiados" o "si hay una urgencia vital durante el tiempo de consultarlos".

La ley crea un formulario para expresar esas últimas voluntades, que serán recogidas en un fichero digital para su fácil consulta.

En la actualidad, apenas el 2,5 % de los franceses hace su testamento vital, por lo que los partidarios de la eutanasia consideran que en ese terreno la ley tampoco supone un gran avance.