La política sanitaria del Gobierno de Canarias durante esta legislatura roza lo patético. Es cierto que la falta de recursos, debido a los recortes llevados a cabo por el Ejecutivo de Mariano Rajoy, han dificultado la labor de la responsable de la Consejería, Brígida Mendoza. Pero también lo es que la gestión desarrollada por este departamento ha sido un despropósito. Nada tiene que ver la realidad que viven los canarios cada vez que tienen un problema de salud con lo que ha intentado vender, incluso de forma machacona, el presidente del Ejecutivo canario, Paulino Rivero. Dos informaciones, aparecidas en los últimos días en este periódico, aportan los suficientes argumentos para demostrar que, si de verdad quería resolver las principales carencias que presenta la Sanidad en las Islas hace tiempo que Rivero debió destituir a Mendoza. La primera perla que la consejera dejó esta semana fue la presentación en el Parlamento, cuando quedan apenas dos meses para las próximas elecciones autonómicas, del III Plan de Salud de Canarias (2015-2017). Un documento que llega con siete años de retraso y que debería ser analizado en la Cámara con la ayuda de expertos en la materia, lo cual, a estas alturas se antoja bastante complicado. Mendoza admitió que llegaba tarde, pero, según dijo, "las circunstancias no lo han permitido". ¿Cuáles son esas circunstancias? Se desconocen. Sí está más claro que este plan no era una de las prioridades de la titular de Sanidad ni de su superior, Paulino Rivero. La otra perla que se ha podido recoger en los últimos días es el anuncio, precisamente ahora, de un nuevo Servicio de Urgencias en el Hospital de La Candelaria. Apenas 48 horas después de que el Diputado del Común decidiera abrir una queja de oficio por su funcionamiento y tras haberse evidenciado, de forma descarada, a lo largo de esta legislatura, las carencias que presentaba el citado servicio. El anuncio fue efectuado después del Consejo de Gobierno del jueves y el mismo viernes ya había voces que ponían en duda que se haga realidad. El poco crédito de la consejera provoca que ocurran estas cosas.

Preocupa la falta de civismo que se observa en muchas ciudades del Archipiélago, en general, y de modo particular en Santa Cruz de Tenerife. No se trata solo del vandalismo, donde hay que destacar el esfuerzo que está haciendo el ayuntamiento para poner fin a esta lacra. También llama la atención el poco "cariño" que se tiene a la ciudad y, concretamente, a la necesidad de que esté limpia. Ya no solo para ofrecer una bella imagen a los que la visitan, sino también para sentirse orgullosos de residir en un lugar en el que no se ve basura tirada en cualquier punto, carteles pegados en paredes en las que no está permitido o en los mismos árboles, por poner solo algunos ejemplos. ¿Tanto cuesta ser civilizados?

Se acercan las elecciones y con ellas las promesas de todo tipo. Los candidatos deben ser conscientes de que la ciudadanía está cansada de falsas esperanzas. Más vale quedarse corto y que los discursos sean realistas, pero, sobre todo, llenos de sentido común. De lo otro, mejor para otra ocasión.