Los iluminados que pregonan ser portadores de nuevas ideas, que desde tramoyas para la mentira y la demagogia dan fusta a lo establecido y que se desgañitan diciendo que se avecina una nueva etapa de triunfalismo social no se dan cuenta de que transitan por la confusión maliciosa.

A la etapa anterior, dicen, hay que incinerarla y que de esas cenizas resurgirá otra política que encante a la sociedad apareciendo el nuevo Bautista como precursor de los nuevos tiempos, que se bañará en los ríos del mundo cantando la venida de los nuevos dioses.

Y los dioses bajarán por las sendas aladas del abstracto, tomarán tierra en el cuerpo y en la mente de los iluminados, que pondrán en práctica leyes y normas universales que encantarán al mundo, que embobado les rendirá una grandiosa pleitesía.

Aunque se diga que una nueva etapa está esperando detrás de la puerta, la historia nos recuerda que los acontecimientos no tienen fin, que están en una dinámica constante, y con los restos que van quedando, bamboleándose de un lado para otro, se acarrean iconos que pretenden ser suplantados por otros, pero que son "los mismos perros con distintos collares".

La historia es un "continuum" que termina siempre en el mismo sitio, y aunque los personajes del final nada tienen que ver con los del inicio, sus discursos y proclamas son semejantes, los embustes los mismos, las embaucaciones unánimes y las grandilocuencias siamesas.

De manera tajante, Baudrillard nos lo recuerda: "La historia solo se ha desprendido del tiempo cíclico". Lo cual se traduce que aquí no se ha llegado al fin de nada, que no hay nada definitivo".

Y por más empeño que pretendan unos y otros cambiar el rumbo de la historia, los vaivenes del día a día seguirán mandando, obligándolos a transitar en el escenario de sus contradicciones, porque la historia continuará su marcha, aunque bien pudiera desarrollarse de forma cansina y lastimosa.

Alegar que se llega al final de una etapa y que aparecerán nuevos tiempos son aberraciones históricas que se pagarán caro y llegará la frustración tras la euforia de los primeros momentos que tendrán aquellos que han venido creyéndose salvadores de la patria y hasta del mundo, cuando la realidad les va a notificar que seguirán siendo comparsas de los que mandan en el planeta, que son los noventa poderosos capitalistas que manejan al resto.

Y el resto, pobres marionetas, piensan que pueden cambiar el mundo cuando el resultado será el mismo, o sea, los de "arriba" marcarán el camino por donde deben conducirse los de "abajo" , y no tener esto claro es vivir de espaldas a la realidad o instalados en el engaño, lo que puede traer graves consecuencias para esa sociedad que pretenden redimir.