En esa labor semanal que nos imponemos los colaboradores de los periódicos, llegado el momento de elegir el tema para escribirlo, hay algunos que se sientan ante el ordenador y lo redactan casi sin pensarlo; lo hacen sobre lo primero que les viene a la mente. Otros, en cambio, consultan los medios diariamente y seleccionan las noticias que más les impactan, de modo que cuando les llega la hora de emprender la tarea, solo en ese momento, deciden de qué va a tratar su artículo esa semana.

Confieso que a mí me resulta más sugestiva la segunda de las posturas indicadas -creo que la primera les va bien a los periodistas que se ven obligados escribir dos o tres artículos diarios-, puesto que me da la posibilidad de tratar el tema como si lo viese a través de un cristal insonorizado que me impide "contaminarme" con las opiniones de los demás. Esto, aunque resulta cómodo, a veces produce efectos contrarios, ya que el asunto en cuestión puede resultar ahora trasnochado, de poco interés para los lectores, que, muy posiblemente, al leer el título optarán por pasar página.

En mi caso, desde que el BOE publicó cómo se va a desarrollar la enseñanza de la Religión Católica en Educación Primaria y la ESO, tuve la idea de escribir algo al respecto, pero han pasado varias semanas sin que se me haya presentado la oportunidad de entrar en liza, puesto que el asunto sigue estando de plena actualidad, algo que, como he dicho con anterioridad, no me agrada mucho. Pero no hay que arredrarse ante las dificultades.

A mi modo de ver el nudo gordiano que separa a los que están a favor de los que están en contra, se asienta en lo absurdo que resulta "meter" la religión en los colegios cuando nuestra Constitución es laicista. Si lo mirásemos solo bajo ese punto de vista tienen parte de razón los del "no", pero no deben olvidar al elevar su voz que la Constitución también contempla que los padres puedan educar a sus hijos según sus creencias religiosas, por lo que se me ocurre pensar que no se está tratando el asunto con el mismo rasero; una vez más queda demostrado que en España, quizá por la posición que ostentó la Iglesia Católica en tiempos pasados, existe una clarísima situación anticristiana.

En unas declaraciones realizadas por José Manuel García, responsable de enseñanza de la Conferencia Episcopal, este indica que la asignatura de Religión será "confesional" pero "no un adoctrinamiento ni una catequesis como aseguran sus detractores". Son posturas totalmente opuestas que nunca, por mucha voluntad que se ponga, podrán llegar a conciliarse; el rencor de los llamados "progres" lo impedirá. Sin embargo, por el bien del alumnado, se me ocurre preguntar qué daños pueden ocasionar en los niños y jóvenes de nuestro país las propuestas que recoge el BOE. Las he leído con cierto detenimiento y, sinceramente, no veo en ellas ninguna intención de adoctrinamiento. Si los padres eligen para sus hijos la enseñanza de esa materia parece lógico que el docente introduzca al discente en los entresijos de la religión cristiana. Y ello, creo yo, por una razón sencilla: antes se "vivían" los principios religiosos en el hogar, de lo cual se encargaban casi siempre las madres. Hoy, con las familias casi deshechas debido al trabajo de la mujer fuera de su casa, los niños llegan a las catequesis parroquiales casi sin principios religiosos, que al fin y al cabo solo imponen normas morales y de comportamiento que todos, para nuestro bien y el de nuestros herederos, deberíamos aceptar complacidos.