Afirma que "la cultura en Medellín se asume como algo que va más allá de las bellas artes, no como una actividad que se desarrolla en los museos o en los teatros, sino más bien como una comprensión de la vida en la ciudad o una recuperación de la memoria de cada barrio", argumenta Jorge Melguizo (1962), exsecretario de Cultura Ciudadana de la Alcaldía de Medellín, sobre la posición que defendió ayer en la segunda entrega de unas jornadas en las que se analizaron la posición cultural como elemento de transformación social que se celebraron en el Círculo de Bellas Artes de Tenerife. "Ninguna guerra en el mundo se arregló a balazos", declara un consultor cultural que participó en unos actos desarrollado por la Fundación Pedro García Cabrera, que contó con el apoyo del Organismo Autónomo de Cultura del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife (OAC).

¿Hasta qué punto la cultura condiciona el "pulso" social de un país, una ciudad o un barrio?

Hoy en día no es posible superar esos problemas estructurales, económicos o de exclusión social si no hay un cambio cultural... El mundo es un hecho cultural y tiene que buscar en la cultura soluciones que a priori no parece que estén ahí, pero sí que están.

¿Si la cultura triunfó en una ciudad tan difícil como Medellín por qué no es posible su efectividad en otras partes del mundo?

Esa precisamente es una de las reflexiones con las que suelo terminar algunas mis conferencias... ¿Si en Medellín fue posible, por qué no se puede lograr en otras partes del mundo? Tengo experiencia como asesor cultural en Argentina, Brasil, El Salvador, México y en otros muchos países en los que la violencia estaba enquistada. Ninguno de ellos, por ejemplo, le ha tocado vivir las vivencias que se han dado en Medellín. Es más, no existe en el mundo un lugar que tuviera las cifras de muertes violentas por cien mil habitantes que tuvo esa ciudad hace 20 años. En 1991, por citar un dato escalofriante, fallecieron 6.700 personas. Esa cifra se rebajó 24 años después un 93%.

¿Y cómo lo hicieron?

La alcaldía de Medellín la ganamos unos ciudadanos que jamás habíamos hecho política y que estábamos por encima y, en muchas ocasiones, por fuera de los partidos políticos tradicionales. Hicimos una gestión pública de trasparencia, la ciudadanía comenzó a recuperar la confianza en lo público, aplicamos una serie de proyectos urbanos integrales en los territorios más duros... Resumiendo, quisimos llegar a través de la cultura a sitios en los que antes solo llegaba la policía y reinaba la precariedad: incrementamos del 12 al 40% los recursos destinados a la población y en el apartado cultural pasamos del 1,5% al 5%.

¿Es posible cambiar las pistolas por libros?

El otro día me acordé de una frase Goebbels que venía a decir algo así como "cuando oigo la palabra cultura, echo mano a la pistola". Yo prefiero la de Carlos Patiño, un poeta colombiano, que utilizando esa misa idea añadió: "Cuando escucho la palabra pistola, saco la cultura". Tenemos que hallar otra forma de vencer a la violencia porque ninguna guerra en el mundo se arregló a balazos.

Usted fue muy crítico con los recortes culturales que se han dado en España, ¿sin ser una injerencia, no cree que se han corrido muchos riesgos?

Una de las primeras medidas que tomó Rajoy al acceder al gobierno fue suprimir el Ministerio de Cultural. Ese día, yo escribí un "tuit" que venía a decir algo aparecido a esto: ¡hombre si suprimen la cultura, cómo diablos van a salir de la crisis! Eso es como querer buscar a un ahogado aguas arriba... Recortar en cultura en días de crisis es una estupidez que no está al alcance de cualquiera. Los que gobiernan deben entender que la cultura no solo son las bellas artes y los hacedores culturales deben entender que el papel de la cultura no solo es el del espectáculo, el divertimento y en ocasiones no obedece a unos valores estéticos.

¿Por qué hay países en los que sigue siendo más fácil entregar un arma a un niño que una caja de lápices de colores?

Eso es responsabilidad de la estupidez humana. En Colombia hay abierto un proceso de negociación entre gobierno y las FARC, pero en presupuesto del ministerio de defensa de mi país en los últimos diez años equivale al dinero que se le puede destinar al Ministerio de Cultura para 2100 años. No se puede construir un escenario de paz cuando existe una inversión tan desproporcionada entre soldados y cultura.

¿Eso suena bien, pero cuesta llevarlo a la práctica?

Aunque suene algo retórico, la mejor defensa siempre es la cultura porque eso es lo que construye una ciudadanía: nosotros ahora no necesitamos más soldados sino más ciudadanos.

Algunos han optado por atacar a lo cultural para defender a lo que ellos entienden como su cultura.

Una de las claves de la imbecilidad humana consiste en destruir lo que no somos capaces de admirar o entender... Cuando los españoles llegaron a América unas culturas que fueron avasalladas hasta el exterminio. Una de las formas que usaban para certificar esa supremacía consistía en construir tantos templos católicos o más que los espacios de culto indígenas que estaban en esos lugares antes de ser ocupados. No hay nada religioso en la destrucción cultural, aunque en el pasado tengamos que recordar los atentados cometidos por la Santa Inquisición. Lo que está pasando en la actualidad se explica a partir de una pobreza mental y cultural.