Ver un amasijo de huesos emparedados con restos de ataúd no es plato de buen gusto, pese a la existencia de lugares en donde la visión de la muerte es objeto de negocio turístico. En la misma Península existen templos con las paredes incrustadas de cráneos y tibias, como la Capilla de los Huesos en Évora. Pero entre tantos, el que más grima me dio fue la visita que realicé a una de capuchinos en plena Vía Véneto romana, cuya máxima atracción consistía en una sala de 40 metros, en la que casi todo el material de ornato estaba compuesto por esqueletos completos o huesos artísticamente ensamblados. Retablos conformados con cráneos servían de hornacinas a esqueletos de monjes, tocados en plan Darth Vader con hábito y capucha. Algunos de pie y otros en actitud de reposo, apoyados en los dinteles de arcos de tibias almacenadas como una leñera. Pero ahí no acababa todo, pues además de los antiguos inquilinos del convento, también había muchos esqueletos infantiles en vitrinas, vestidos de época. Girando la vista hacia las bóvedas del techo, decoradas con material óseo, destacaba de su blancura un esqueleto infantil empuñando una hoz en postura volátil estilo Supermán. También resultaba macabra la colección de lámparas de araña, confeccionadas con tibias y vértebras enhebradas pacientemente, una a una, como un collar de abalorios. El epílogo fue que al salir entré en un restaurante y ante la visión de la comida, asociada a lo visto, apenas pude probarla ante la mirada sorprendida e interrogante del camarero.

Quizás, como un alarde de oportunismo político del PP, que presume de ser más español que el Cid Campeador, la excavación en la cripta de la iglesia madrileña de la Trinidad, situada en la calle Cantarranas, ahora Lope de Vega, ha "resucitado" los huesos de Miguel de Cervantes y su esposa Catalina. Hallados en mescolanza con otros contemporáneos, por los trasiegos de la mudanza por obras del antiguo convento, existen serias dudas para poder identificarlos con certeza. Sin descendencia habida del lisiado, don Miguel, que en vida tuvo que convivir con las ligerezas de dos de sus tres hermanas, Andrea y Magdalena -que ofrecían favores a distinguidos caballeros, para reclamarles luego maravedíes por compromisos matrimoniales incumplidos-, fue un hidalgo pobre que nunca pudo hacer las Américas con un empleo de asignación real. En su lugar recorrió la geografía patria, en plan Montoro pero con medios precarios, requisando fondos para financiar la Armada Invencible. Por su celo recaudador recibió muchos disgustos, especialmente cuando se topó con la Iglesia, de la que sufrió denuncias y prisión en varias ocasiones; como lo fue también durante su anterior etapa de soldado y sus cuatro intentos de fuga, hasta ser rescatado por frailes trinitarios. Encontrar los huesos de su hermana Luisa, monja carmelita enterrada en una fosa común de Alcalá con otras compañeras, para analizar su ADN, supone un reto tan imposible como que el PP obtenga la mayoría absoluta.

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