Voy a hablarles hoy de Lorenzo Rodríguez Rojas, popularmente conocido por Lorencito Bruno o comandante Lorenzo, ya que su padre, don Bruno, tenía una industria de calzado en la calle de La Carrera, en la ciudad de Aguere. Entró Lorenzo -que, por cierto, tuvo la ocurrencia de dejarnos hace un par de años- en el mundo castrense a través de las antiguas Milicias Universitarias (IPS), pues empezó estudiando Químicas en la Universidad lagunera, y año tras año fue ascendiendo hasta llegar al grado de comandante, cargo en el que se retiraría, ya que era oficial de complemento y no podía seguir ascendiendo.

En cierta ocasión y en un verano de Milicias, y estando Lorencito de teniente, manda formar la compañía por fuera del barracón, dejando a los alumnos en posición de firmes cerca de una hora, y fue en ese momento cuando cogiendo uno al azar le pregunta: "Catedrático, ¿cómo durmió anoche?", contestándole el cadete: "Pues dormí con una azafata", a lo que de inmediato le replica Lorenzo: "Explíquese, caaatedrático", remachando el alumno: "Sí, con un piloto encima".

Manolo el Patita fue un antiguo empleado de Comestibles Ramos, en La Laguna, y tuvo novia durante más de cincuenta años, pero el casorio no estaba hecho para él, vamos, que de esto ni le hablaran. Estando gravemente enfermo el Patita, en su lecho de muerte le preguntan si quiere contraer matrimonio "in articulo mortis" con su novia de toda la vida, a lo que nuestro personaje, con un hilito de voz dice: "Ni de coña, que lo mismo puede haber un milagrito".

Se inauguraba un polideportivo en Ingenio, Gran Canaria, y al final toma la palabra el "papafrita" del alcalde, cantando lo excelente de la simbiosis entre lo físico y lo intelectual, y dice: "Y termino con una frase que no es mía, sino de un célebre pensador latino, que dijo: Mens sana in corpore insepulto".

Paco del Castillo fue durante muchísimos años director del Banco de Bilbao, que en su día absorbiera a la familiar Banca Pozuelo, a cuyo timón estaba don Ruperto, de igual apellido y pariente de José Félix, un amigo del Real Club Náutico. Tenía por costumbre nuestro Paquito del Castillo salir del banco, cruzar la calle y entrar en la catedral, y durante dos semanas un indigente que estaba a la puerta del templo le decía a don Francisco: "Una limosna por Dios", y el banquero pasaba por él como perro por viña vendimiada, hasta que en una ocasión le suplicó el pobre: "Una limosnita por Dios y la Virgen", a lo que respondió el director: "Bueno, con dos firmas cambia la cosa", y le soltó en su platillo veinticinco pesetas.

Exclamación del antropólogo Etxebarría ante la mesa donde están los supuestos huesos de Cervantes: "Pero vamos a ver, esto no tiene ni pies ni cabeza".

*Pensionista de larga duración