Estamos llegando a la Semana Santa, ya en las iglesias de nuestras islas se prepara todo para los actos que se avecinan, y con trabajo ímprobo, las numerosas personas que pertenecen a las diferentes hermandades y cofradías empiezan a armar los numerosos tronos de nuestro rico patrimonio artístico, como lo llevan haciendo desde hace décadas cumpliendo así con una tradición que llevan impregnada en sus venas.

Sé que las tradiciones que acompañan a la Semana Santa dependen del lugar en el que se celebre. En cada sitio, en cada pueblo, en cada comunidad autónoma, esta festividad tiene unas características propias, aunque en todas esta es una oportunidad para que una creyente pueda dedicar estos días a la oración, a la búsqueda interior, al recogimiento, al arrepentimiento y a la reflexión de nuestro día a día.

En estos días próximos a la Pascua, he tenido la oportunidad de asistir a varios actos organizados tanto por la Junta de Hermandades y Cofradía de La Laguna (JHC) como de la Sociedad Económica de Amigos del País y en todos ellos ha habido un tema destacado: el papel de la mujer en la Semana Santa. Así, por ejemplo, durante la conferencia del doctor en Historia del Arte Carlos Morales Rodríguez sobre la iglesia de los Remedios (actual Catedral), descubrí que en su momento hubo mujeres emparedadas, una muestra del dolor y el sufrimiento de muchas de esas mujeres a lo largo de los años.

También me llamó poderosamente la atención la conferencia de Bernardo Lozano Acuña, celebrada por la Real Sociedad Económica de Amigos del País, con el título "Cofradías hoy". En su disertación, mencionaba el procedimiento para que las mujeres formen parte de una cofradía o hermandad, además de que se ponía en valor el importante papel que a lo largo de los años han desempeñado tanto en la Semana Santa como en la propia Iglesia.

Me viene a la memoria cuando fue elegida como presidenta de la JHC María del Mar Carballo Cabrera, y se puso en valor el hecho de que fuera mujer. En aquel entonces, era la primera dama que asumía tal responsabilidad, un comentario lógico que se repite cuando la mujer rompe en cualquier aspecto ese techo de cristal.

En la segunda mesa redonda sobre la Semana Santa lagunera, en la que participaron Juan Pedro Rivero, rector del Seminario; Antonio Regalado Díaz, cofrade e historiador; Francisco Armas, miembro de la Asociación de Vecinos Casco Histórico; el cofrade Pedro Arvelo, y Juan Luis García-Maury Verdugo, cofrade y experto en protocolo, salió en el diálogo el papel de la mujer en la Semana Mayor de la Ciudad de Aguere, sobre el que dijeron que no debería existir diferencia con respecto al del hombre como seguidores de Cristo. Allí se habló de la acertada decisión, en los años 80, de incorporar de forma masiva a la mujer a las cofradías y hermandades, y también se mencionó que el papel de estas ha de ampliarse a otras cuestiones, pues, no en vano, en muchas congregaciones son más las mujeres las que cortejan y desfilan junto a las imágenes religiosas.

Si hay una conclusión clara de todas esas jornadas, es que, hoy por hoy, es imposible entender la Semana Santa sin la presencia de la mujer, ya que la religiosidad no va unida al género. No debemos olvidar que la Semana Santa es una oportunidad de transmisión de fe, una manifestación religiosa de cada cristiano, una catequesis en la calle, tal como expresó el propio presidente de la Junta de Hermandades, Pedro López.

Queda mucho por avanzar y por reflexionar, pero entendiendo que la mujer debe estar presente en todos los ámbitos y debe ser norma estatutaria, no un obstáculo, pues la presencia de la mujer nos enriquece como sociedad.

Quiero terminar con una reflexión del papa Francisco: su convencimiento de la urgencia de ofrecer espacios a la mujer en la vida de la Iglesia y su petición de una presencia femenina más capilar e incisiva en las comunidades, pues el Santo Padre considera que la Iglesia es mujer y confiesa que "le gusta describir la dimensión femenina de la Iglesia como seno acogedor que genera y regenera la vida".