No entiendo esta actitud del Gobierno central y el autonómico hacia la cultura. Parece que temen el qué dirá el colectivo social, donde está su sumidero de votos. No se dan cuenta, o sí, del error, y parece que les ataca el miedo escénico, como se diría en el argot teatral. Han recortado y eliminado tanto y han subido de tal manera los impuestos, que ya ni existen algunos organismos, entre ellos el propio Ministerio de Cultura.

No creo en la disculpa y argumento de que el dinero está dedicado a otras partidas presupuestarias como sanidad, educación, justicia y necesidades sociales. Me encantaría saber quiénes son los asesores y por qué les duele tanto apostar por un sector cuya inversión se revierte de inmediato en el colectivo social, o sea, en trabajo. La cultura está generando más trabajo que la agricultura, que es necesaria y al mismo tiempo deficitaria, y no solo en Canarias, también en otras provincias y en zonas de Europa. No digo que no se invierta en agricultura; nuestras islas deben autoabastecerse y embellecerse con la finalidad de mejorar en el sector turístico. Volviendo al sistema de canteros, protegiendo e incentivando al trabajador se conseguiría un gran número de trabajadores, pero también habría que concienciar a los jóvenes, que parece que no están por la labor.

Volviendo a la cultura. Hay mucha disparidad de criterios y controversia respecto a los distintos eventos. Por ejemplo, Les Luthiers, extraordinarios artistas que han llegado por mérito y estilo propio, han calado con gran éxito en la sociedad sin necesitar ningún tipo de ayuda para sus espectáculos, el cual no parece costoso y, sin embargo, las entradas están a precios bastante salados. Hay quien apuesta por una mayor aportación para ciertos sectores; opino que debe dirigirse a la música clásica, la ópera, la zarzuela y el ballet, artes que necesitan el apoyo gubernamental, pues cualquiera de sus espectáculos llevan una considerable cantidad de elenco y técnicos. Habrá quien diga que en América no son subvencionados, y no es verdad, sí lo son, solo que lo hacen con una buena Ley de Mecenazgo, que permite sustanciosas bonificaciones en sus liquidaciones al fisco. En España estamos a la cola en esa legislación, por lo que los empresarios no pueden invertir en cultura y son reacios a apoyarla, aunque hay honrosas excepciones.

Haber estado dedicado a la ópera y la zarzuela tanto tiempo me ha permitido conocer de cerca los entresijos de estas actividades, y creo tener suficientes conocimientos para afirmar que aquí se genera mucho trabajo, y que el dinero que reciben los artistas y técnicos se revierte directamente en el consumo, y las distintas empresas que participan, pues los hoteles tienen huéspedes, las casas de comida, clientes con ganas de comer; las agencias de viaje venden pasajes, además de la publicidad y otros comercios: papelerías, mercerías, ferreterías... En general es el consumo el que tira de la economía, por lo que el "ahorro" en las aportaciones perjudica. Los dirigentes piensan que estas aportaciones son para una sociedad elitista y están equivocados, ya que la música además de ser buena para el bolsillo, lo es también para ser mejores personas, educadas, correctas y con buenos sentimientos, y como dice el dicho: amansa a las fieras.

Sin embargo, y pese a la escasez de ayudas, la cultura se mueve. El teatro y el auditorio no paran de hacer actividades y ahora que se han multiplicado las capacidades de aforo existe una gran oferta cultural. Lo único que falta es recuperar el apoyo de los aficionados, que acudan en masa porque las localidades no son caras y solo hace falta más interés. Hay que tomarse más en serio acudir a los diversos espectáculos que se ofrecen, las localidades y un menú salen más baratos que un viaje al norte a comer pescado y llenar el tanque de gasolina, y si además te pasas con la bebida, el viaje te sale un ojo de la cara.

Los organizadores podrían pensar en hacer un lote, localidad más cena de menú y transporte en tranvía o guagua, un precio asequible. Podría ser interesante para el espectador, sobre todo cuando hay que estrujarse tanto el cerebelo para llegar a mucha más gente.

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