De vez en cuando los tediosos "días después" de la elecciones (en esta ocasión las andaluzas) se ven animados por sabrosas controversias entre representantes de entidades sociales, culturales o deportivas que vienen a renovar y refrescar el agotador ambiente que hasta entonces se ha vivido. Los elegidos razonan su elección criticando a la oposición, esta justifica su derrota con argumentos baladíes, mientras el ciudadano de a pie suspira aliviado ante el relativo período de paz que le espera..., hasta las próximas elecciones.

Estas discusiones ajenas a la política suelen tratar temas muy variados, si bien todos o casi todos tienen un denominador común: abordan el día a día, tienen que ver con lo que los ciudadanos nos enfrentamos constantemente, sin que nadie pueda sentenciar sobre ello. Ni la Justicia ni los políticos ni los moralistas pueden decidir cuál es la solución justa, ya que esta es el pueblo quien la determina, y ya sabemos que en la palabra "pueblo" están comprendidos todos los estamentos sociales, pobres y ricos, cultos e iletrados, políticos y apolíticos, etc. Se habla del aparcamiento de Las Teresitas -me niego a escribir el nombre con que, peyorativamente, se lo conoce-; de los grafitis que ensucian la ciudad; del escaso respeto que manifiestan los vecinos al depositar la basura en los contenedores; del poco civismo ante las deposiciones de los canes, etc. Ante estos temas y otros que sería muy prolijo enumerar, las opiniones de los ciudadanos varían considerablemente -hay quien opina que pintar un grafiti en un edificio considerado BIC no debe alarmar a nadie, pues a menudo sirve para denunciar situaciones inadmisibles..., ya que, en el fondo, es posible que ambas partes tengan cierta razón.

Viene todo lo anterior a cuenta del intercambio de opiniones que se han producido entre el gerente de la patronal hotelera, Ashotel, y el presidente de la Asociación de Empresarios de Playa de Las Américas y Costa Adeje, Aepaca. Y la tildo de intercambio de opiniones, no de discusión, porque hasta ahora ambos se han mostrado muy comedidos en sus comentarios, como es natural, totalmente opuestos. El presidente, ante el notable aumento de la delincuencia en los municipios sureños, clama y exige más medios policiales y mayor vigilancia para que los turistas no sufran las consecuencias que un clima de inseguridad generaría en nuestros visitantes. El gerente, en cambio, no está de acuerdo con la "oposición" y sentencia, precisamente por eso, que hay que tener cuidado con lo que se dice y publica, ya que si ello se airea nuestros visitantes no vendrán a las islas.

Me da la impresión de que los señores gerente y presidente -a quienes no conozco y cuyas intenciones me parecen del todo respetables- se han equivocado al hacer públicas sus apreciaciones, más que nada porque ambos, ya lo dije antes, tienen razón. Pues es evidente que la inseguridad denunciada existe -como en cualquier sitio turístico del mundo-, y también que no es conveniente hablar mucho de ella, ya que la noticia, aumentada y corregida por nuestros competidores, puede ser difundida en otros lares con propósitos lesivos a los intereses de la isla. Quizá un cambio de impresiones previo entre ambas entidades habría sido más constructivo, sin olvidar que la misión del periodista es mantener informado a sus lectores, oyentes o televidentes. De no ser así tendríamos que silenciar, por ejemplo, el mal estado de los aviones de una compañía, ya que los posibles pasajeros no viajarían o, en última instancia, elegirían otros medios de transporte. La denuncia debe corregir, en tanto que la tolerancia profundiza el daño.