Andras Lubitz, el copiloto del A320 de la Germanwings estrellado en los Alpes franceses el pasado día 24, no se limitó a reducir la altura del aparato, sino que aceleró su marcha contra la montaña para alcanzar la velocidad máxima posible, según los datos de la segunda caja negra revelados hoy.

Es la primera conclusión preliminar de los expertos de la Oficina de Investigación y Análisis (BEA) a partir de la lectura de algunos de los más de 500 parámetros de vuelo que recoge la caja hallada ayer enterrada en un barranco en la zona del choque, ennegrecida por el fuego pero en buen estado para desvelar sus registros.

No se esperaban grandes revelaciones de la segunda caja, puesto que la primera, encontrada el día mismo del accidente y que contiene las grabaciones sonoras de la cabina, ya había dado un relato bastante completo del accidente que provocó 150 muertes.

Se sabía que Lubitz se había quedado solo en la cabina cuando el piloto fue al baño, media hora después del despegue de Barcelona (España), que bloqueó la puerta desde dentro y que puso el avión en posición de descenso, ajeno a los avisos de su superior y del control aéreo, hasta que el aparato se estrelló en el macizo de los "Trois Évêches", a unos 1.500 metros sobre el nivel del mar.

De la segunda caja se aguardaba que confirmara los hechos y que aportara detalles, algo que ha comenzado a hacer.

Lubitz "utilizó el piloto automático para situar al avión en una posición de descenso hacia una altura de 100 pies (unos 30 metros)" indicó en un comunicado la Oficina de Investigación y Análisis (BEA), encargada de las pesquisas técnicas del accidente y que recibió anoche la segunda caja, pocas horas después de su hallazgo.

"En varias ocasiones a lo largo del descenso (...) modificó el reglaje del piloto automático para aumentar la velocidad del avión en descenso", agregó.

Una tesis que abunda en la que ya había apuntado la primera caja negra y que el fiscal de Marsella, Brice Robin, responsable de la investigación judicial, resumió dos días después del accidente como una "voluntad de destruir el avión" por parte de Lubitz.

Nada ha cambiado de esa hipótesis, alimentada también por las revelaciones procedentes de Alemania, que describen al copiloto, de 27 años, como un individuo depresivo con tendencia al suicidio.

Según los datos del radar de seguimiento del avión, que deberán ser confirmados por el análisis que sigue haciendo el BEA de la segunda caja negra, el avión se estrelló a unos 750 kilómetros por hora, lo que explica que el aparato fuera reducido a un amasijo de chatarra expandido por más de 2 hectáreas en una zona montañosa.

Una zona que hoy sobrevoló en helicóptero el ministro francés del Interior, Bernard Cazeneuve, que quiso rendir homenaje a las fuerzas del orden que han participado en las labores de investigación y vigilancia.

Pero también a los habitantes de la región, de quienes destacó "la solidaridad" con las familias de las víctimas que sufren "un dolor que las circunstancias de esta catástrofe hace particularmente difícil".

"Nada puede calmar la pena de las familias, pero habéis mostrado una solidaridad admirable", les dijo el ministro, que recordó que la canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, mostraron su agradecimiento a los habitantes del lugar en su visita al mismo un día después del accidente.

Cazeneuve también alabó la "eficacia y gran profesionalismo" de los diferentes servicios del Estado en un trabajo "particularmente difícil".