La Semana Santa nos ha devuelto algo de sensatez, aunque, si lo pienso fuerte, fuerte, fuerte, como hacía cuando era pequeña, me doy cuenta de que mi certidumbre tiene más que ver con las ganas de que así sea que con la realidad. A este edificio tardará en volver la cordura, si es que alguna vez lo hace. De todas formas, lo mejor de la semana fue que, al final, convencimos a Neruda para que retrocediera los relojes al presente año y que solo quitara la hora prevista. Accedió a nuestras plegarias bajo la promesa de que no se lo diríamos a doña Monsi, que sigue pensando que estamos en 2016. Lo bueno de haber regresado al presente es que Carmela sigue embarazada y que Eisi no tendrá que ir a la cárcel por haber secuestrado a su bebé.

Pero no todo ha sido tranquilo ni silencioso en esta Semana Santa. A Carmela le dio por escuchar saetas y, aunque Úrsula le pidió de forma insistente que bajara el volumen de la radio, ella le contestó que no podía porque era un antojo.

-Te estás pasando con tanta tontería -le recriminó Úrsula, que terminó contraprogramando con una cinta de Los del Río.

Y es que lo de Carmela con sus antojos se le está yendo de las manos, tanto que ahora dice que también le da náuseas ver los modelitos de inspiración animal que se pone María Victoria, así que la pobre mujer, que se niega a vestirse de otra forma, tiene que avisar cada vez que sale de casa para que Carmela se tape los ojos.

Pero la verdadera pasión de Semana Santa nos la ha dado doña Monsi, que sufrió un repentino ataque de gota y, de paso, otro de angustia extrema al pensar que no podría ir a las procesiones con sus amigas las Bitels, conocidas así en el barrio porque suelen quedar en el paso de peatones al más puro estilo de la portada del "Abbey Road" de los chicos de Liverpool.

-¿Ustedes saben lo que supone que esa mujer se quede en casa toda la semana? Tendrá más tiempo para maquinar estupideces. Señores, hay que buscar una solución -nos advirtió la Padilla.

-Yo puedo darle algún baberito para que me vaya bordando el nombre de mi bebé -sugirió Carmela.

-Tú has perdido el norte. ¿No se suponía que estábamos intentando ocultarle tu embarazo? -le recordó Úrsula-. ¡Céntrate!

Al final, los malos augurios de la Padilla se cumplieron y doña Monsi, aburrida y harta de ver la reposición número 537 de Ben-Hur en la tele, empezó a enviar comunicados con normas absurdas cada dos horas.

Tantas vueltas le dimos para ver qué podíamos hacer que, al final, María Victoria tuvo una brillante idea, aunque fue su marido Alberto quien nos la contó porque ella llevaba un traje de piel de pantera negra, bastante discreto para la Semana Santa, pero se quedó en casa para no liarla más por culpa de los antojos de Carmela.

A todos nos pareció una buena solución, así que nos pusimos manos a la obra y el Jueves Santo, Neruda, Eisi y Bernardo subieron a casa de doña Monsi. Cuando apenas quedaban quince minutos para la procesión del Santísimo Cristo de la Buena Muerte y la Santísima Virgen de la Amargura, los tres costaleros -como si de un paso de Semana Santa se tratases- sacaron a la presidenta a hombros, sentada en su sillón de orejas de terciopelo verde lima.

La mujer llevaba la mantilla de su abuela Herminia y se pasó toda la procesión dando órdenes a los tres porteadores que, también, tuvieron que aguantar las indicaciones de las Bitels.

-Se les va a caer del sillón. ¡Suban más los hombros! -les arengó una de ellas.

-Deberían parar para que Monsita se tome un chocolatito caliente -sugirió la mayor de las cuatro.

Por fin, a las dos de la madrugada, el paso de doña Monsi regresó al edificio.

Al día siguiente, la presidenta quiso repetir en la Procesión Penitencial del Silencio y la Virgen de los Dolores pero los tres hombres estaban lesionados y no se podían mover. Ante la insistencia, la Padilla, Brígida y Úrsula decidieron hacer penitencia y cargaron con el sillón. Doña Monsi les dijo que ni así se iban a ganar el cielo.

@IrmaCervino

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