No hay peor cristiano que un judío converso, dice la sabiduría popular, que es tan cruel y tan directa. Y debe ser así. Alguna vez he contado la anécdota del italiano Caravaggio, que representó en uno de sus cuadros más famosos la escena de la conversión de san Pablo cuando iba camino de Damasco. En el lienzo, Pablo de Tarso aparece tirado en el suelo, bañado por el resplandor de una luz divina, mientras el caballo se encuentra a su lado, tranquilamente. Dice la historia que cuando le preguntaron por qué el caballo no aparecía encabritado y asustado por el rayo, contestó: "Es que Dios se le apareció a san Pablo, no al caballo". Es decir, que las alucinaciones son un tema muy íntimo y personal.

En el presidente del Cabildo de Gran Canaria, José Miguel Bravo de Laguna, se ha obrado también un divino milagro. No se ha enfrentado a un cegador rayo proveniente del faro de Maspalomas, sino que ha sido un soplo de claridad y lucidez el que ha retirado de sus ojos el velo de la ceguera política. Después de tantos años de disciplinada militancia en el Partido Popular ha descubierto que su partido se ha comportado malamente con Canarias. Ha visto los males del centralismo y el abandono de las islas. Ya el conejo me derriscó la perra.

Bravo se ha despertado de una siesta política en la que dormitaba cómodamente desde hace décadas. Y lo ha hecho justo cuando le han comunicado que debía dejar libre la silla de la presidencia del Cabildo. No existe despertador más eficiente que el despido improcedente. Y no hay conversión más furibunda que la de quien no está en el equipo titular. Pablo de Tarso, al igual de su homónimo de la coleta, nunca conoció personalmente a Jesús. De él sólo supo de oídas. Bravo sí que conoce a Soria. Y viceversa. Se conocen tan bien que hoy se dedican sofisticados y venenosos comentarios. Soria dice de Bravo que ha utilizado el despacho institucional del Cabildo para dedicarse a sus negocios particulares. Y Bravo le contesta diciendo que el ministro no ha hecho nada por Canarias. Todo muy enternecedor. Con mucha clase.

Cómo se puede creer en todo esto. Cómo se les puede tomar en serio si todo parece un circo donde puede verse con esplendor morboso al creador de la ley contra la violencia de género despiezado públicamente bajo sospecha de haberla practicado con su exesposa, al hasta ayer modélico representante democristiano del PP transformado en un patriota insularista que reniega del centralismo, al futuro expresidente del Gobierno hablando de traidores a los que dio un cargo para que le fueran fieles y se olvidaron del plato de lentejas... Esto no parece un rayo de luz, sino un chorro de oscuridad.

Nadie puede estar seguro de si Pablo de Tarso fue un loco o un elegido. O ambas cosas. Empezó como Montoro, persiguiendo a los cristianos. Pero luego sufrió una radical transformación, como Bravo. Como tantos otros que se cambian de pista en este circo. A uno sólo le queda lo del caballo al que no se le apareció dios. Quedarse tranquilo a un lado, observando atentamente el manicomio.