La banda de los hermanos Dalton actuó en Estados Unidos a finales del siglo XIX asaltando bancos y trenes. Después de numerosas fechorías acabaron atrapados en un sangriento tiroteo en un pueblo de Kansas. El famoso bandolero Jessie James lideró otra famosa "troupe" de bandoleros, junto a los hermanos Younger, y acabó abatido a balazos por la espalda por un miembro de su propia banda. A Dillinguer lo apiolaron saliendo de un cine. Bonnie y Clyde terminaron ametrallados... En general, si uno estudia la historia de los grandes robos, los forajidos suelen acabar fatal: muertos o en la trena.

Los modernos sistemas con que operan los que se hacen con el dinero ajeno son muy distintos de esos tiempos violentos. Ya casi no hay forajidos audaces, ni bandas organizadas que pistola en mano entran a saco en donde haya un par de billetes. Hoy se trabaja a otra escala.

Usted, por ejemplo, se pone delante del ordenador porque quiere hacer una transferencia y pagar trescientos euros a otro prójimo. Entra en su cuenta a través del acceso remoto de la banca a distancia. Pone sus claves. Abre un menú y coloca trabajosamente los datos de su cuenta y los de la cuenta de destino donde va a realizar el pago. El sistema del banco, por seguridad, le pide que ingrese otra vez su contraseña y el número que figura en la columna 32 de la tarjeta de claves 85274527252 que en su día le dieron y que usted tarda en encontrar como unas dos horas y media, pero que aparece después de revolver toda la maldita casa. Como ha pasado demasiado tiempo, el sistema se ha desconectado por seguridad y tiene que volverlo a hacer todo otra vez. Llega de nuevo al final y le pide entonces el número que figura en la columna 12 de la tarjeta de marras. Lo pone usted. Y hecho. La transferencia se ha realizado con éxito. Pues bien, le ha costado 3,75 euros. ¿Cómo que 3,75? Pero si el trabajo lo ha hecho usted. Si ha puesto los datos, los ha colocado en la plantilla, ha metido las claves..., ¿qué trabajo le ha dado usted al banco?

Si se fija usted detenidamente en sus extractos verá que su cuenta corriente padece un ataque permanente de mosquitos. Comisiones de mantenimiento, de gastos, de operaciones..., pequeñas cantidades. Unos pocos euros por aquí y otros por allá. Pero si los suma, hacen una friolera de dinero cada año. Usted le deja su sueldo y ahorros a unos señores para que lo guarden. Ellos lo usan en inversiones y ganan dinero, lo prestan a otra gente, a los que les cobran intereses y ganan dinero, compran bienes que luego venden y ganan dinero. Y encima a usted le cobran. No es que no le paguen, es que le cobran. Por dejar su dinero, por sacarlo en un cajero, por hacer una transferencia..., por cualquier operación. Antes había otras personas, hasta era normal. Ahora lo hace usted mismo.

Ya no hay cabalgadas entre cactus por un desierto polvoriento mientras un sol rojo se pone en el horizonte. Los hermanos Dalton hoy tendrían un despacho en la Castellana y en vez de sombrero llevarían corbata. Y su banda se llamaría la Banca Danton. Qué jerola.