Aunque su voz delata una fina ironía, no se resiste a contar que la opción de instalarse en Tenerife no es una mala idea. "Pasó mucho tiempo en la Isla -como asistente de director o responsable de un proyecto al frente de la OST- y para una persona que vive en el norte de Alemania esto es el paraíso", precisa el italiano Alessandro Palumbo sin ocultar que "este invierno ha sido más frío de lo habitual", incide el responsable de la parte musical de la ópera "Hansel y Gretel".

¿Cómo ha sido el proceso de creación -desde una perspectiva musical- hasta llegar al estreno de hoy?

Ha sido un trabajo parecido al que hicimos el año pasado con "Don Quijote", es decir, hemos intentado que el cuento no pierda momentos claves... Obviamente esta no es la versión de Humperdinck y, por lo tanto, hemos tenido que reducir la ópera por las necesidades de adaptarnos a un público familiar. La orquestación es más pequeña, pero el reto desde el principio fue que el sonido tuviera la misma grandiosidad que el formato ideado por Humperdinck. Reducir no significa hacerlo más fácil para los niños, sino buscar un lenguaje nuevo porque esto ni es ópera al cien por cien, ni es teatro al cien por cien... Es una mezcla de esas dos cosas. Además, normalmente un montaje se desarrolla en tres semanas y en este caso lo hicimos en dos. En cualquier caso, los resultados han sido muy positivos.

¿Y cómo se decide por dónde meter la tijera?

Eso es un gran sufrimiento porque cortar la música de Humperdinck es doloroso... Es algo tan bonito que es inevitable sentir pena cuando hay que cortar, pero esa tarea la he compartido con la directora de escena. Es una decisión que hemos tomado a cuatro manos para intentar que el espectáculo sea lo más equilibrado posible. Estamos hablando de uno de los tesoros de la ópera alemana y, por lo tanto, hay que tratarla con mucho cuidado.

¿Un director sufre cuando detrás de él tiene una audiencia tan bulliciosa como la que tendrá hoy?

Me gusta el público ruidoso que le aporta vida a un teatro. Antiguamente, antes de que cambiaran las normas que se tenían que seguir dentro de una sala, la gente acudía al teatro como hoy se va al cine, es decir, que mientras se representaba una ópera se podía comer, hacer bromas con el vecino de al lado o incluso abuchear a los protagonistas si su actuación no era buena. Igualmente, si el intérprete o la orquesta realizaba algo espectacular se podía gritar de admiración.

¿Pero contentar al público escolar no es una tarea sencilla?

No lo es, pero los niños acuden a la ópera sin muros: si les gusta vuelven felices a casa, pero igual se aburren. Con eso ya contamos. Por eso es importante encontrar la medida exacta entre música y teatro... Un niño no sabe mentir y cuando algo le gusta de una u otra manera te lo dice. En cualquier caso, esta no es una versión específica para niños: este "Hansel y Gretel" lo hemos pensado para un público familiar. El hecho de conocer cómo reaccionan los espectadores que suelen venir al Auditorio es una carta que juega a nuestro favor.

¿Y cómo se vive la ópera en el Auditorio de Tenerife?

Mi experiencia no es tan amplía como para determinar ese tipo de comportamientos, pero las veces que he trabajado aquí me encontré con gente muy generosa que reacciona bien a los estímulos que le envían los músicos y cantantes.

Imagino que su relación con los miembros de la OST es cada vez más fluida, ¿no?

Digamos que la relación entre los músicos y el maestro mejora cada vez que surge una nueva oportunidad. Al principio hay que generar una comunicación abierta entre las partes, pero ahora hay cosas que se arreglan con una mirada. Dirigir a la Orquesta Sinfónica de Tenerife es un placer que no está al alcance de todos; es una orquesta de primer nivel internacional. Me siento privilegiado por trabajar con un grupo en el que se percibe una ilusión desbordante por hacer grandes cosas.