Estoy en Santander, donde medio centenar de periodistas que informan de cultura en España se han reunido para discutir, por primera vez en un congreso, qué demonios les toca hacer hoy en la sociedad periodística. Son de todas partes, desde Cataluña a Canarias, y representan maneras diametralmente opuestas de pensar qué hacer; todos son interesantes, y han dicho cosas muy valiosas sobre el oficio. Con todas, naturalmente, no se puede estar de acuerdo, pero todas son muy respetables.

El Congreso (Primer Congreso de Periodismo Cultural) lo ha organizado la Fundación Santillana, que tiene a su frente al escritor y periodista Basilio Baltasar, que tuvo a bien invitarme. A lo largo de las discusiones se suscitó una interesante (y vieja) metáfora: ¿está la botella del periodismo (cultural) medio llena o medio vacía? A partes iguales: hay optimistas, que creen que el oficio de explicar qué pasa en el mundo de la cultura tiene presente y tiene porvenir, y hay quienes creen que la cultura está mal y que el periodismo (cultural) se ha plegado a una tarea de propaganda y de eco de las decisiones industriales y políticas que han hecho añicos la cultura y, por supuesto, el periodismo cultural.

Por naturaleza tiendo a ver los vasos como son: si están medio llenos, pues los veo medio llenos; y cuando están medio vacíos es que ya no queda agua. ¿Por qué veo al vaso actual medio lleno? Porque si lo viera vacío o medio vacío estaría siendo ciego ante la propia entidad del congreso, donde vi nombres propios muy valiosos de la crónica y de la información cultural en España. Puede estar mal la cultura, puede estar dominada por el mundo oficial y por el descuido de los medios que nos acogen; todo eso puede ser, pero lo incuestionable es el gran número de buenos periodistas, de distintas generaciones (representadas aquí) que escriben muy bien y que dicen muy bien lo que saben.

La cultura es lo que sucede, de ello debemos informar los periodistas; y la cultura es también cómo se cuenta la vida, la cultural y la vida en general. ¿Y de qué debe informar un periodista cultural? Hay varias teorías, todas ellas en juego en este congreso y todas válidas. Resumiré dos: una es seguir, desde los puntos de vista que sean legítimos, lo que pasa cada día, a partir de agendas que elaboran y ejecutan los actores culturales del país o del extranjero; y la otra es la de quienes creen que deben elaborar su propia agenda con asuntos que sean de alto interés para los lectores, oyentes o televidentes pero que no dependan de lo instituido. Me parece que una inteligente combinación de ambas posturas daría buenos programas y buenas páginas.

Pues de eso se discutió en muchas de las fases de este congreso. Hubo algo que me llamó la atención y me divirtió: fue lo que dijo el (excelente) escritor hispanoargentino (ya se le puede llamar hispanoargentino) Martín Caparrós, el exitoso autor de Hambre, el escalofriante libro sobre la miseria mundial que acaba de publicar aquí Anagrama. Dijo Martín algo que sucedió cuando Jorge Lanata iba a poner en marcha en su país, Argentina, el diario Página 12, del que Caparrós habría de ser un excelente redactor. En esos prolegómenos de los números cero, al responsable de Cultura se le ocurrió celebrar el 99º aniversario de la muerte de Schopenhauer. Como decía ante casos de esta clase mi antiguo director Jesús Ceberio, a Lanata aquello le pareció "exótico de cojones" y terminó expulsando de la Redacción al excéntrico periodista conmemorativo.

Lo que se deduce es que a veces la invención de la realidad (legítima, cómo no) produce monstruos, y muchas veces, sin embargo, te puede dar ocasiones de gran gozo periodístico e intelectual. Por otra parte, el seguimiento adecuado y bien hecho de la realidad que proponen los distintos actores culturales puede ser celebrado también como buen periodismo (cultural) si las cosas se hacen con honestidad, gallardía, información buena y escritura adecuada.

Es interesante escuchar estas cosas sin descartar ninguna. Es decir, es interesante, aquí también, hacer periodismo. Cultural o a secas.