Asegura que habla con todo el mundo, "pero de verdad, escuchando y buscando las zonas de consenso". Antonio Martinón, catedrático de Matemáticas, aspira a ser el próximo rector de la Universidad de La Laguna para desterrar la "desmoralización" que detecta en muchos universitarios.

¿En qué se distingue usted de los otros dos candidatos?

Quiero que la ULL entre en una etapa nueva. No quiero mirar mucho al pasado: es el que es y yo me siento heredero de una obra colectiva. Nosotros miramos hacia el futuro con ambición. No tengo claro que los otros dos candidatos tengan esa idea. Hay personas que dicen que todos en la Universidad deben ser iguales, pero eso es desconocer la Universidad. No podemos alcanzar todos la primera línea mundial, pero sí debemos tener un nivel mínimo.

¿Por eso plantea un proyecto a medio plazo? Ha hablado de quince años.

A lo mejor dentro de quince no lo hemos conseguido todo. Pues no pasa nada. Es necesaria una reconsideración periódica. Hay candidatos que defienden una excelencia en todo. A mí me gustaría ser Harvard, pero sé que no lo vamos a ser. No tenemos el dinero de Harvard. Es irreal planteárnoslo y produce frustración. Lo que no acepto es que se dé mejor una clase en Harvard que aquí. No hay ninguna razón. Debemos tener una docencia de primera.

¿Y en qué categoría está?

Influye mucho el sitio donde estemos. Hay áreas con encargo docente altísimo, y a esos profesores se les puede exigir hasta un punto. Para atender a los alumnos, preparar las clases, corregir trabajos, hace falta tiempo. Un profesor no se mete en un aula, habla una hora y hasta mañana. Ya no es así.

Pedirles también una investigación excelente es difícil.

Eso ya es rizar el rizo.

¿Qué distancia hay entre la ULL que es y la que podría ser?

Con nuestras capacidades podemos ser mucho mejores de lo que somos. En el tiempo que llevo como candidato he notado un desánimo y una desmoralización casi unánimes. Lo primero que tenemos que hacer es que los profesores universitarios vuelvan a entonarse, a pensar que vale la pena tomarse esto en serio, pelear por esto...

¿No es una consecuencia de la crisis?

Es anterior. No se trata de una cuestión estrictamente económica. No creo que nadie deje de trabajar en la Universidad porque nos hayan bajado el sueldo un 10%. Hay profesores que han sido magníficos investigadores y han dejado de investigar. Hay que recuperarlos. No creo que los tres candidatos tengan la misma universidad de los sueños en la cabeza, pero además está lo que ha hecho cada uno. Yo no entré ayer por la tarde en la Universidad, y puedo exhibir lo que he hecho. He podido demostrar que soy una persona de diálogo. Esto no es un cuartel. Tenemos autonomía. El papel de dirección es de liderazgo, de marcar norte, crear equipo...

¿En algún momento la ULL ha funcionado como un cuartel?

Es una queja casi unánime que en los últimos años ha habido poco diálogo. No culpo al rector, pero es así. La demostración más clara es que no hemos sido capaces de aprobar unos nuevos estatutos, aunque la ley nos obliga. Es un fracaso colectivo. He notado en el Claustro que parece que algunas personas me detestan, cuando ni me conocen, porque les han dicho cosas de mí. Así no se puede construir ni convivir.

¿Y cuál es la distancia entre la realidad de la ULL y la visión que se tiene desde fuera? Usted ha propuesto un plan de imagen.

De comunicación. No es un plan de márquetin. Tenemos la obligación de informar a la sociedad, que es la que mantiene la Universidad, sobre lo que hacemos aquí. También debe ser un plan interno. A veces no sabemos lo que se hace en el edificio de al lado. Necesitamos buscar la complicidad de la sociedad para poder ir al Gobierno de Canarias y decirle que necesitamos más dinero para garantizar la supervivencia de la ULL a medio plazo. Tengo dos percepciones sobre nuestra imagen social. Hay un sector, quizá el más humilde, que agradece mucho a la ULL lo que ha hecho con sus hijos. Por otro lado, a una parte de la élite le gusta más lo que hace la universidad privada de La Orotava, enviarían allí a sus hijos y la financian. Eso es legítimo. Nuestra competencia con la privada se resuelve con la calidad.

¿Cuáles son las mayores fortalezas de la ULL?

Hay áreas en las que somos muy potentes, muchos profesores extraordinarios con un gran prestigio. Algunos de ellos, quizás, están poco implicados. Me gustaría que a los pacientes les quedara claro que el médico que les atiende en los hospitales es un profesor universitario. Hay muchos servicios magníficos: el Segai, la Biblioteca, los servicios de tecnologías de la información...

Ha hablado de revisar la fusión de centros y departamentos.

Si los centros quieren. Ciencias de la Salud se ha formado con cuatro viejas facultades, cada una con unos mil alumnos. Esa fusión es un disparate. Si Farmacia o Psicología deciden formalmente que quieren ser una facultad autónoma, cuentan con mi apoyo.

¿Y alguno ha manifestado su interés en volver a ser una facultad independiente?

Formalmente, no. Ellos se han unido sin acuerdo, al menos en la mayoría de los casos. Ha sido una decisión desde arriba que en algunos casos puede ser razonable y en otros discutible. El proceso ha sido muy lento y ha supuesto un esfuerzo extraordinario. No me gusta volver atrás, y creo que el desgaste que ha representado no se puede repetir. Pero mientras nos estaba pasando todo esto, nos han partido la cara en los títulos en los que nos hemos presentado a acreditación. Lo importante son los títulos, no la fusión de centros. Yo he estado muy metido en la fusión. No puede haber una facultad con 2.000 alumnos y otra con 300. Eso hay que revisarlo, pero con límites, razonando y dialogando.

¿La normativa de permanencia ha generado muchos perjuicios entre el alumnado?

Hay problemas de todo tipo. Para que un alumno se pueda acoger a la matrícula parcial debe demostrar que trabaja y tiene un contrato, pero, tristemente, mucha gente trabaja sin contrato. ¿Qué hacemos? ¿Decimos que ese no es nuestro problema o aceptamos la realidad? Hay que reconocerlo y consensuarlo con los estudiantes, pero les he dicho que tiene que haber una norma. No es razonable que una persona se quede aquí quince años para hacer un título de cuatro, salvo que esté muy justificado.