Han sido muchos los articulistas de todo el país que han tomado las elecciones andaluzas como asunto de fondo para sus comentarios. Y más que nada no las elecciones en sí, sino sus resultados. Todos, absolutamente todos, esperaban que las vicisitudes que ha tenido que soportar el PSOE a lo largo de los últimos cuatro años iban a pasarle factura, pero no ha sido así. La "factura" en cuestión ha tenido el mismo importe que provocaron las últimas elecciones: 47 diputados.

Hace unos días, en uno de los muchos artículos que he leído sobre el asunto, decía el comentarista que, para los andaluces, parodiando el viejo refrán de que más vale malo conocido que bueno por conocer, por lo visto más vale corrupto conocido que corrupto por conocer, algo que a mi modo de ver merecería un estudio sicológico profundo realizado por los mejores especialistas del país, del cual con toda seguridad obtendríamos jugosas conclusiones; el comportamiento del ser humano es impredecible. De repente observamos a un perrito que se ahoga en aguas turbulentas y nos lanzamos a rescatarlo, o bien si vemos a un individuo que pasa por el mismo trance nos limitamos a tirarle un salvavidas.

Pero volviendo al tema de las elecciones andaluzas, ¿qué significado tiene el resultado obtenido por cada uno de los partidos? ¿No han valorado los andaluces la labor desarrollada por el gobierno central para que España no sufriera el rescate de la UE? Entendiendo que la corrupción es un mal general e imposible de erradicar, ¿han preferido votar a sus amigos que a desconocidos que arrullan sus oídos con cantos de sirena? ¿Creen, de verdad, que el nuevo gobierno, el nuevo Parlamento, va a cambiar en algo su "modus vivendi" o, precisamente por eso, esperando que no cambie, para que la situación actual continúe, han votado por más de lo mismo? En fin, serían muchas las preguntas que podría uno hacerse -sin respuestas, pues solo uno mismo es capaz de aventurar cuál va a ser su actuación futura ante cualquier situación-, pero a mí me da la impresión de que en la sociedad española se tiene más en cuenta el amiguismo que los programas de los diferentes partidos políticos, y esto por una razón muy sencilla de comprender: los programas al final de poco sirven, pues pronto las alianzas, los pactos y los acuerdos los reducen a cenizas; ante esto, es preferible tener un amigo en el gobierno por si en un momento dado nos puede echar una mano.

Luego está la "gran" labor realizada por el gobierno del señor Rajoy para despojar a los ciudadanos del mítico concepto "del Estado de bienestar". No solo el galopante desempleo: la sanidad, la educación, los atentados contra la libertad individual, etc., han enrarecido las relaciones entre los españoles, algo que nadie ha digerido adecuadamente al considerar que los medios económicos necesarios para conservar lo conseguido se podrían haber obtenido de otras fuentes. Los elevados sueldos de los banqueros -a quienes el gobierno ha rescatado con nuestro dinero-, los reducidos impuestos que "sufren" las grandes fortunas y muchas empresas, la diferente vara de medir establecida para juzgar los mismos delitos según sea la condición social del presunto delincuente, etc., han logrado exacerbar a la ciudadanía y mandar a todos al c... para intentar, al menos, conservar lo que ahora tiene; como dije en un reciente artículo refiriéndome al inválido que desciende a toda velocidad por una pendiente, "virgencita, que al menos quede como estoy". Si sus mismos partidarios, ante lo acontecido, ya comienzan a rehuir a Rajoy, ¿qué hará la ciudadanía en mayo?