No hay cifras oficiales de ventas, pero la popularidad que tuvieron en España los tebeos románticos y de hadas entre los años 40 y 70 fue enorme, y a sus autoras, a las que la historia no ha prestado atención suficiente, se les rinde ahora un homenaje en Barcelona con la muestra "De profesión sus cómics".

La idea de la exposición, que recoge trabajos originales de dibujantes como Pili Blasco, María Pascual, Trini Tinturé, Carme Barbarà o Angelina Ballará, entre otras, y que se puede ver hasta el domingo 19 en el marco del Salón de Cómic de Barcelona, partió de la Asociación de Autoras de Cómic (AAC), explican desde el certamen.

Los tebeos románticos y de hadas, dirigidos sobre todo a niñas y adolescentes, fueron un género importado del mercado anglosajón a partir de los años cuarenta, en plena postguerra, cuando en España no había, precisamente, muchas opciones de ocio.

Las historias, edulcoradas y en ocasiones moralizantes, iban dirigidas a fomentar los valores que el régimen quería para sus mujeres: docilidad, sumisión, cuidado del aspecto físico y consumo de moda y otros productos de la casa.

Toray o Iberomundial fueron algunas de las editoriales que publicaron estas historias en revistas como "Mis chicas" (1941), "Florita" (1949).

Y también en cuadernillos como la longeva "Azucena" (1950-1971) y "Rosas blancas" (1958-1965), títulos que fueron avanzando hacia una versión más moderna de lo que "debía ser una mujer" en cabeceras como "Mary Noticias" (1962-1971) o "Lilian, azafata del aire" (1960-1961).

Por los usos sociales, las autoras se veían obligadas a compatibilizar las tareas de ama de casa y del cuidado de sus familia con el trabajo en la mesa de dibujo, en la mayoría de los casos mucho peor pagadas que sus colegas masculinos, cuando no directamente minusvaloradas por las editoriales que las contrataban y trataban con el tono patriarcal imperante.

Carme Barbarà (1933) es una de las pocas de estas dibujantes que aún vive, cuyos dibujos de los cuadernos "Mary Noticias" y los que realizó para "Azucena" son posiblemente de los más reconocibles.

"Fue una oportunidad única para las chicas que nos gustaba pintar", recuerda Barbarà a Efe, sobre una época que, a pesar de algún que otro mal trago, recuerda con satisfacción.

Aunque comenzó con los dibujos de cuentos de hadas y princesas, con historias clásicas, "un poco anticuadas", pronto se pasó a ilustrar la serie "Claro de Luna", que tomaba como guión las letras de las canciones que triunfaban en la radio y en los festivales de la época.

Más tarde, en los sesenta, llegaría "Mary Noticias", una reportera de televisión "un tanto alocada y que se metía en líos", una serie que llegó casi a los 500 números.

Barbarà no tuvo problemas para continuar con su trabajo como ilustradora al casarse, aunque, "por supuesto", tuvo que continuar llevando la casa, haciendo la comida y "cuidando de la abuela, que cada vez era mayor", rememora.

Cuando se acabaron los encargos de las editoriales, Barbarà dio el salto al extranjero, y sus ilustraciones se publicaron por medio de agencias en el Reino Unido, Francia o Suecia -"cuando entregabas los dibujos, los perdías: nunca sabías dónde podían acabar", comenta-, y finalmente a Italia, donde estuvo trabajando en diversas publicaciones hasta mediados de los noventa.

La exposición del salón ofrece un repaso por algunos de estos títulos que se editaban tanto en forma de revista como en colecciones de tebeos apaisados y que, a pesar de su popularidad y de pasar por tantas manos como los Pulgarcito y TBO, no contaron con el reconocimiento de los libros de historia.