Como tengo la costumbre de señalar cada semana -y siempre con la mejor de las intenciones- los errores, lapsus, gazapos (o como quieran ustedes llamarlos) en los que, se supone que inadvertidamente, caen los demás, me parece lógico que los demás señalen también los míos. En esto estoy absolutamente de acuerdo. Lo que no me gusta es que tenga que pagar yo los vidrios rotos cuando tales vidrios han sido rotos por otras manos y otras mentes.

Me ha ocurrido recientemente en dos ocasiones y con solo un día de intervalo entre ambas: el espacio que va desde el día 29 al 30 del pasado mes. En un trabajo sobre el traslado del Cristo de la Misericordia a la casa de Ponte cada año, en los días de la Semana Mayor, es citado mi librito "Semana Santa en Garachico" (Imprenta Editorial Católica, 1989) y se copia un párrafo de él, pero con la mala suerte, para el autor del artículo, que al iniciar la copia de tal párrafo colocó unas comillas que luego no se cerraron, lo que ha dado lugar a que parezca que todo lo que allí se dice es mío. Y no es cierto. Pero estoy pagando los vidrios rotos. Yo nunca he dicho ni he escrito que la imagen del Cristo perteneciera, desde su llegada en el siglo XVI, a la Casa de Ponte. Toda la vida supe que tal imagen ha pertenecido siempre a la parroquia de Santa Ana. Ocurre simplemente que, al estar la entonces llamada Casa de Prieto y hoy Casa de Ponte, unida a -o separada de, si ustedes quieren- la iglesia parroquial antes de la erupción volcánica de 1706, por un simple muro, se aprovechaba la circunstancia para que la señora de la casa, muy devota del Cristo, lo llevara a su domicilio para "aderezarlo" en los días de la Semana Santa.

La costumbre prevaleció después del volcán, a pesar de que la nueva Casa de Ponte está separada unos 300 metros de la iglesia parroquial. (Escribo un tanto alegremente a la hora de hablar de la distancia. Perdonen ustedes si no acierto del todo). La imagen es llevada al domicilio citado en la tarde del Domingo de Ramos y regresa a la parroquia en la tarde del Viernes Santo, para tomar parte en la procesión magna, integrada esta vez por 24 pasos. Pero repito que no tengo en mi memoria ni he oído nunca decir que el Cristo más querido y venerado en la Villa y Puerto haya pertenecido nunca a la casa de Ponte. En esto coincidí hace unos días con la parte interesada, exactamente con mi apreciado amigo Melchor de Ponte en su intento de aclarar conmigo los errores.

El otro asunto en el que me he visto involucrado estos días, sin comerlo ni beberlo, es en el contenido del trabajo publicado en este diario el pasado día 29 de marzo sobre la Caleta de Interián. Lo firma R.S. con fotografías de A.H. La verdad es que no se me cita en él, pero se me acercan personas que me piden explicaciones porque en el mencionado trabajo, amplio y documentado, se ha dejado de citar un hecho no solo importante sino decisivo. Como en el trabajo se hace hincapié sobre la indudable unión que existe en el vecindario, aunque unos pertenezcan a Los Silos y otros a Garachico, les sorprende a algunas personas que no se cite que el lugar perteneció en su totalidad desde sus inicios a la Villa del Roque y que se dividió a petición de parte del vecindario de la Caleta, al parecer no muy satisfecho con el ayuntamiento. Como no quiero formar parte del embrollo, recomiendo a las personas que han recurrido a mí que lean el librito titulado "La verdad", escrito en 1929 por el alcalde de la Villa de Los Silos, don José Dorta Pérez. No se precisa leer todo el contenido de la publicación, bastará con que entren en la página 33, de la que copiamos ahora lo siguiente: "Documento Nº 12.- Manifestación de habitantes de la Caleta de Interián.- "Hacemos constar que nos consideramos vecinos de Los Silos y que estamos domiciliados en su territorio y que nuestro deseo es pertenecer al municipio de Los Silos.- 9 de Enero de 1924.- José Rosario.- A ruego de Herminia García, José Rosario.- A ruego de Amelia Álvarez, Isidoro Estévez.- Eliseo Batista.- A ruego de Leonina Velázquez, Eliseo Batista.- Siguen ciento ochenta firmas más".

Parece ser que estaban en lo cierto los vecinos al no ser -así decían- comprendidos por el consistorio garachiquense. Por eso decidieron dividirse. Y lo consiguieron. El territorio está hoy dividido en dos mitades. Se habla, sin embargo, de unión total. pero ¿quién decidió en su día la división? No olvide el lector que la opinión aquí vertida no me corresponde. Salió en su día de la mente y la mano del entonces alcalde silense. Yo nací 22 días después de su escrito.

Solo pido que me dejen al margen de la cuestión.