En ningún caso está en su ánimo desatar polémicas, pero sí abrir una ventana al debate científico, desde la crítica de las fuentes y el planteamiento de nuevas líneas de estudio. De ahí su hipótesis sobre una probable evolución separada de las técnicas de momificación practicadas en Egipto y Canarias, a partir de un sustrato cultural norteafricano original, y sin que esto represente un punto final, sino un comienzo.

Así se pronuncia el arqueólogo y egiptólogo Daniel Méndez Rodríguez (La Laguna, 1983), quien ha publicado con carácter divulgativo la obra titulada "Momias, xaxos y mirlados", trabajo editado por el Instituto de Estudios Canarios, donde sistematiza y recopila las narraciones de 33 autores que entre el siglo XV y principios del XIX hicieron referencia a las técnicas de embalsamar de los antiguos.

Desde la crítica de las fuentes, este investigador cruza los relatos; cuestiona argumentos que durante siglos han recorrido la historiografía como certezas; traduce cinco nuevos textos y abre una puerta a quienes sientan la curiosidad de exhumar las claves que la historia mantiene envueltas aún en la piel del silencio.

Entre sus conclusiones, Daniel Méndez destaca que estos textos, hasta ahora dispersos, "contienen una rica información sobre la variedad de prácticas que utilizaron los antiguos pobladores de las Islas para embalsamar a sus difuntos".

A partir de aplicar la misma metodología que en un anterior estudio sobre "Las doce cavernas" o Libro de los Muertos a este conjunto de textos referidos al "mirlado", que así se denomina la técnica de embalsamar los cuerpos que practicaban los aborígenes, resulta un recorrido diacrónico del que se desprende "la variedad de formas y tipos" que encierra este rito funerario, hasta ahora desconocidos.

De esta recopilación se deduce, tal y como describe Daniel Méndez, la práctica de, al menos, dos técnicas generalizadas en el embalsamamiento: "con evisceración -extracción de vísceras- o sin ella", esto es, la introducción de sustancias a través de la boca, constatándose el uso en este proceso de elementos comunes como la manteca, la grasa de cabra y también de oveja, además de productos vegetales, desde la corteza de árboles a flores.

"También se practicaban diferentes fórmulas para el lavado y el secado de los cuerpos , ya fuera al sol, la sombra y hasta el ahumado", señala el investigador, además de la aplicación de técnicas mixtas.

En su análisis, Daniel Méndez percibe la existencia de variedades "entre islas" y, en el plano de las hipótesis, plantea que acaso también se dieran ciertas variantes "dentro de un mismo territorio".

Este cruce de relatos pone al descubierto que la transmisión de conocimientos a lo largo del tiempo precisa una revisión rigurosa y científica. Y es que el "corta y pega" se manifiesta como una práctica que viene de antiguo, circunstancia que ha perpetuado errores que se habían considerado certezas.

A propósito, el arqueólogo se refiere a la traslación acrítica para el caso de Canarias de las prácticas de momificación egipcias o también a la afirmación de que las vísceras se extraían y lavaban, aspecto hasta entonces no citado.

También se había dado por cierta, o al menos no se había cuestionado, la tesis de que las personas encargadas de realizar el ritual de los embalsamamientos constituiría un grupo social diferenciado, formado por sacerdotes que detentaban el conocimiento de las prácticas egipcias de momificación, tal y como lo describe Sprats.

Otras fuentes escritas cuestionan la veracidad de este argumento y, por el contrario, señalan que los embalsamadores eran realizados por miembros de la comunidad que desempeñaban este oficio.

Lo cierto es que los diversos perfiles de los autores de estos textos, la naturaleza de sus fuentes, sus propias investigaciones, las inclinaciones ideológicas y personales, además de otros condicionantes se reflejan en sus interpretaciones sobre la realidad.

Tal es así que constituyen un heterogéneo conjunto que va desde navegantes, como el portugués Gomes de Sintra; un naturalista, caso del francés Bory de Saint-Vincent, además de Abreu Galindo; un ingeniero militar como Torriani; Antonio de Viana, Núñez de la Peña o Viera y Clavijo, sacerdote e ilustrado, entre otros.

El investigador precisa que fue Alonso de Espinosa quien, en el siglo XVI, se refirió a la voz "xaxos" (con la pronunciación "jajos") con la que según explicaba este autor los aborígenes denominaban a estos cuerpos embalsamados.

La inclusión de un apéndice en el que figuran los textos en su lengua original y la traducción al castellano representa otra de las novedades de este estudio, además de las cinco traducciones que incorpora Daniel Méndez.

Los restos momificados más antiguos que se han constatado en las Islas datan del siglo III para Gran Canarias y del V en el caso de Tenerife, certificándose que esta práctica se extendió hasta la llegada de los conquistadores.

En este sentido, Daniel Méndez señala que sería interesante abrir una línea de investigación desde la que analizar "la evolución de esta técnica de embalsamamiento a lo largo del tiempo".