No es ni mucho menos la que proclaman de manera fervorosa los que en su día prometieron esto y aquello, puesto que lo que ha quedado es el desaguisado actual es que ambos, los anteriores y los actuales, están implicados . Si ahora vienen a arreglar los rotos, la credibilidad quedará a la altura del betún. De ahí que los que prometen lo que ya han prometido y los que dicen que van a poner en situación de arreglo lo que han desbaratado no valen, no condicionarán voluntades, y si lo hacen es a la baja, como se percibe.

Otros, elevando el tono entre círculos o desde apóstrofes, trasmiten la sensación de que van a descubrimos la pólvora, que con sus retóricas encandilantes a través de su iluminismo trasnochado, que piensan son actualidad, nos subirán a lo más alto. Y se lo creen. Porque la poesía en esta época, aunque sean ripios, es válida, pero una vez que el verso se desnuda y aparece el esqueleto de la dura realidad lo que quedará, será la frustración de no poder hacer lo que desaforadamente y con ribetes de originalidad pretendían lograr.

Ni unos ni otros, si no dejan atrás los retruécanos, los embustes, las palabras fáciles, los engolamientos estudiados, los posicionamientos de discursos viejos que pretenden camuflar como nuevos, ni unos ni otros serán capaces de llegar hacia el objetivo falsario que prometen, porque detrás de unos y otros están los que mandan. Los que dirigen las políticas económicas que seguirán poniendo a los gobiernos de rodillas.

Ya el FMI dice que quien gobierne tras las elecciones tendrá que aplicar restricciones en el gasto público; que la austeridad no se ha ido, está detrás de la puerta, quedando aún pasar un puente de sangre sudor y lágrimas, porque, así lo exigen, además, el Banco Europeo, el Mundial y la alemana Merkel.

De ahí que la mejor y consecuente campaña que debe hacerse desde el escenario de la ética de la responsabilidad sea descubrir la realidad, no emboscarse, como si fuera otra no tan cruel como la que existe, e ir sin tapujos y con la capacidad, si es que la tienen, para liberar a una sociedad del mal trato que se le ha dado al someterla a un paro vergonzante y a un empleo en precario.

Y sin olvidar el territorio, el cual también necesita comprensión y definición. En Canarias se hace necesario, vital, que se remarque con rotundidad la diferencia de una identidad canaria atropellada.

Prometer lo posible, pero hay que huir del espejismo de "los círculos" y de los "apóstrofes" y entender que hay miles de personas que esperan del nacionalismo su fundamento, que es apuntalar el camino que conduzca a fortalecer la conciencia nacional canaria, que es la que abrirá las puertas hacia un mejor futuro.