Con este seudónimo escribía sus comentarios en este mismo medio mi entrañable amigo Salvador Fernández Moran. Falleció la pasada semana víctima de una dolorosa y cruel enfermedad que duró demasiados años. Arropado por su esposa, Inmaculada; sus siete hijos, nietos, familiares y amigos se nos fue el bueno de Salvador.

Lo conocí hace muchos años, y si tuviera que definirlo diría que era un hombre honesto, serio, con templanza, sobriedad y respeto en el trato. En los debates que mantuvimos cuando formamos ambos parte de la junta de Aspronte, siempre actuaba como un conciliador. Guardaba su opinión esperando la ocasión de manifestarla, pero primero recogía de aquí y de allá, respetaba todas y cada una de las disertaciones de los compañeros, y al final daba la suya, siempre acertada e irreversible. Fueron los momentos del comienzo de la andadura de la asociación, en la que un pequeño grupo de amigos afrontamos con entereza lo delicado y difícil que era aceptar por parte de los padres la discapacidad de sus hijos. Ahí estuvo el "quid" de la cuestión, en la lucha por conseguir crear centros para nuestros hijos, y que la sociedad los reconociera. Salvador fue parte importante en la defensa de estos derechos y deberes, y hoy, afortunadamente, cualquier persona con discapacidad psíquica puede acudir con naturalidad a cualquier lugar. Que se tome como algo normal se debe al trabajo incansable de un grupo de hombres que afrontamos con enorme dignidad la difícil papeleta.

Comprometido también con sus creencias, se convirtió en un paladín de fe en Cristo, apóstol seglar y dedicado a hacer el bien y proclamar el amor por sus semejantes. Recuerdo que nos comprometió a nuestro común amigo también fallecido, Nicolás García Alayón, a que acudiéramos juntos al Cursillo de Cristiandad. Nunca se lo agradecí lo suficiente, y nos convirtió en uno de sus "de colores", durante unos días llenos de sobriedad, alegría e ilusión. Allí conocí muchos amigos, que como en el cuartel nunca los olvidas. Era mayo de 1977, y ocurrieron muchas anécdotas en aquellos encuentros, como cuando el portugués nos despertaba con un cencerro, pero sobre todo destacaron las charlas y el recogimiento que hicieron reforzar nuestra fe. Conservo aún la "Guía del Peregrino", de la que procuro leer cada noche alguna plegaria, y en la que me dedicó unas bonitas palabras: "Pepe: Dios nos da unos talentos que no son nuestros. ¡Haz que den fruto abundante! ¿Qué puede depender de ti?".

En mi etapa de empresario fue un auténtico puntal para mis aspiraciones, y siempre me ayudó de acuerdo con sus posibilidades. Director de banco en La Salle y la plaza Weyler, se ganó el aprecio de sus clientes con su sencilla actitud.

Cuando consideré cerrada mi etapa en Aspronte, aunque no me lo dijo, sé que no le gustó, por lo que le prometí que seguiría ligado a la asociación. Así lo hice, dediqué unos cuantos años a organizar un torneo de tenis que fue un referente, y en la que impliqué a toda la afición a este deporte. Años después me reclamaron desde otras opciones, como las organizaciones empresariales o mi debilidad, la música clásica. En mi despedida invité a todos los compañeros a un almuerzo en Candelaria, en el que Juanito Galarza me regaló una preciosa acuarela firmada por detrás. Me dedicaron frases preciosas, pero destaco la de su mujer, Inmaculada: "A mi querido Pepe con tanto cariño. Recuerdos inolvidables de esta etapa de mi vida".

La misa de duelo celebrada en el Sagrado Corazón convocó a tanta gente que no cabía en la Iglesia. Su hija leyó unas hermosas frases de recuerdo, cariño y respeto a la memoria de su padre, y tras comulgar prácticamente la totalidad de todos los asistentes, transmitimos a su familia nuestro profundo pesar.

Querida y estimada Inmaculada: te queremos y respetamos tu inmenso dolor. Eres una mujer extraordinaria y sabrás superar esta dificultad. Tienes el enorme consuelo de una gran prole, y como dicen los legionarios, sabes que la muerte no es el final. Pasó el tren de la vida de Salvador, lo recordaremos con cariño, y creemos que nos ayudará y protegerá desde donde esté, seguramente en el lugar de la verdad. Un cariñoso abrazo de toda mi familia.

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