Pep Guardiola llega este martes a su partido número 100 con el Bayern con un buen balance y, a la vez, en medio de una situación difícil por la amenaza de la eliminación de la Liga de Campeones.

En las dos temporadas del técnico español, el Bayern ha disputado 99 partidos de los que ha ganado 78, empatado 10 y perdido 11 y ha marcado 259 goles y encajado 68.

En la única competición en la que el balance no es positivo es la Supercopa alemana, que ha perdido dos veces ante el Borussia Dortmund.

En la Bundesliga ha ganado 52 partidos de 63 frente a 7 empates y cuatro derrotas; en la Liga de Campeones tiene 13 victorias, 3 empates y 5 derrotas y en la Copa de Alemania diez triunfos en diez compromisos, aunque el último en la definición por penaltis ante el Bayer Leverkusen.

A eso se agregan las dos victorias en dos partidos en el Mundial de Clubes y la victoria en la Supercopa europea en los penaltis ante el Chelsea.

La primera temporada se cerró con el doblete de Bundesliga y Copa de Alemania y en la segunda el equipo está al borde de retener el título liguero y está en semifinales de la Copa de Alemania.

Las estadísticas son más que satisfactorias y el Bayern y Guardiola seguramente estarían de fiesta de no ser por cosas ocurridas en los últimos días, empezando por la derrota por 3-1 ante el Oporto y siguiendo por la dimisión del legendario médico Hans-Wihem Müller Wohlfahrt.

Al llegar Guardiola al Bayern, el club bávaro acababa de ganar el triple con su antecesor Jupp Heynckes.

El presidente del Consejo Directivo, Karlheinz Rummennige, trató de quitarle presión a Guardiola desde el comienzo diciendo que el objetivo central era la Bundesliga y que era claro que muchas veces la Liga de Campeones y la Copa de Alemania dependían del estado de forma de un solo día que podían sellar la eliminación. Sin embargo, desde el comienzo Guardiola se ha estado exigiendo el triple a sí mismo y hoy ha vuelto a repetirlo. "Sé que la Bundesliga no es suficiente, esto es el Bayern y aquí sólo vale el triple", dijo.

Guardiola llegaba precedido por la fama de ser el mejor entrenador del mundo por lo que había hecho en el Barcelona, y además el Bayern acababa de ganarlo todo y se decía que era el mejor equipo del mundo.

El mejor entrenador del mundo en el mejor equipo del mundo estaba obligado a ganarlo todo.

En la primera temporada, durante mucho tiempo parecía que el sueño era posible hasta que llegó la semifinal de la Liga de Campeones contra el Real Madrid. La ida, una derrota por 1-0, daba esperanzas de volver a la final pero la vuelta se selló con la catástrofe de la derrota por 0-4.

Ese día el Bayern no fue el Bayern de siempre, como no lo fue la semana pasada ante el Oporto que lo tiene otra vez cerca de la eliminación.

Mañana hay mucho en juego pero, si se mira en el mediano plazo, la gestión de Guardiola tiene que considerarse exitosa.

Para verlo, basta con no tomar como rasero la temporada del triple, lo que se justifica en la medida en que ganar el triple es siempre algo excepcional.

Antes del triple, el Bayern llevaba dos temporadas sin títulos y su hegemonía en Alemania parecía rota. La última temporada con títulos había sido la de 2009/2010, cuando el Bayern ganó el doblete con Louis van Gaal en el banquillo.

En 2010/2011 Van Gaal no terminó la temporada y el Bayern tuvo que correr para clasificarse a la Liga de Campeones. Antes de Van Gaal, Jürgen Klinsmann había tenido un fracaso estrepitoso y su dimisión se selló en el curso de pocos días, cuando encajó dos goleadas seguidas ante el Wolfsburgo, por 5-1 y ante el Barcelona por 4-0.

Lo que está viviendo Guardiola, al margen de lo que pase mañana, es el éxito -a alto nivel- en medio de la normalidad que contempla que se puede salir eliminado de la Liga de Campeones en una mala noche.

El Bayern sólo ha ganado una vez el triple y el triple es algo que han ganado pocos equipos en la historia. Sin embargo, Guardiola se lo exige y eso hace que la situación parezca de agonía.