Los canarios, como se conoce a la tripulación de estas siete naves fantasmales varadas en la Macaronesia inferior, están por hacer borrón y cuenta nueva del pasado. La gente se quiere olvidar de la crisis y de los enfrentamientos estériles entre los políticos de las islas y los de Madrid. Lo dicen las encuestas. Y te lo dicen por la calle. El personal no quiere que los políticos se peleen, lo cual resulta algo contradictorio con quienes se insultan de coche a coche o se pegan de trompadas en los partidos de alevines para dar ejemplo a sus hijos de lo que es deportividad y saber estar.

Canarias vive unos momentos delicados. Vista desde fuera, esta empresa hace aguas por todos lados. Tenemos una tercera parte de la sociedad en paro, miles de hogares al borde de la pobreza, una alta dependencia externa... La gran crisis económica del siglo XXI nos ha terminado de destrozar. El gran pecado de Madrid es que durante los últimos años nos ha tratado exactamente igual que a todo el mundo. O sea, mal. Y no se puede tratar como iguales a quienes son manifiestamente desiguales.

Los políticos canarios hacen ahora pomposas declaraciones sobre el nuevo REF y el nuevo Estatuto de Autonomía. Pero la realidad es siempre más compleja que las teorías. En Canarias hay hoy 128.000 empresas según datos del ISTAC. De ellas, unas 122.000 tienen menos de diez trabajadores. Es decir, son microempresas, muy alejadas de las menos de 500 empresas que tienen más de 100 trabajadores.

La productividad, según los expertos, empieza a aumentar en las empresas de más de 250 empleados y desciende por debajo de ese número. Nuestras islas, entonces, tienen un problema de dimensión en su tejido patronal. La agricultura de exportación se ha organizado gracias a las ayudas que le han permitido sobrevivir a lo largo de los últimos 20 años y casi está preparada para destetarse, pero la industria tiene apenas 5.000 empresas en el ranking, que ocupan casi en su totalidad la construcción (14.000 empresas) y el sector servicios (comercio, transporte, hostelería, etc.) con 109.000 empresas. Tenemos casi todo por hacer en todo que no sea el turismo.

Llevamos décadas hablando de pajaritos preñados. Hablando de diversificar la economía (como si se pudiera hacer por decreto) cuando, al revés, en unos pocos años se ha concentrado diez puntos más en los servicios. Y creando complejos documentos económicos que sólo benefician a cuatro. La vida en las islas se ha encarecido más de la cuenta, los impuestos nos asfixian y los costos añadidos del archipiélago nos desarman. Ya va siendo hora de gobernar para una inmensa mayoría. Dicho de otra manera: lo de la RIC en África es estupendo, pero a los miles y miles de pequeñas empresas canarias simplemente se la refanfinfla. Porque no tiene nada que ver con ellas.

Hay que rearmar un pacto entre Canarias y el Estado. Y para eso hay que empezar por casa. El nuevo Parlamento que surja después de mayo va a tener que gestionar la refundación de una autonomía que, de no corregir sus graves errores, lleva camino del fracaso. No aprovechamos las vacas gordas para hacer músculo, sino grasa. Tal vez ahora seamos capaces de que cuando llegue el nuevo ciclo estemos mejor preparados para hacer que la riqueza llegue mucho más a todos y mucho menos a los de siempre.