El helicóptero del SUC, según los trabajadores de este servicio, no puede trasladar a pacientes que midan más de 1,85 ni que superen los 85 kilos de peso. Así a las primeras de cambio a uno se le ocurre que más de las tres cuartas partes del Parlamento de Canarias no podría ser transportada en el limitado artefacto volador. Imagínense ustedes que un parlamentario se muerda la lengua y sufra convulsiones o un principio de sepsis generalizada y que vayan a evacuarlo en helicóptero y le tengan que decir que se ponga a correr por la calle Teobaldo Power para un lado y para el otro hasta adelgazar una media docena de kilos. Deplorable.

Dirán que no soy serio. Pero el que es serio, en todo caso, es el responsable de que exista un mierdicóptero que no sirve para la función a la que está asignado. No es el único caso raro. En el Hospital, por ejemplo, hay dos escáneres. Uno de ellos tiene un grado de definición excepcional que es capaz de detectar cualquier pequeña formación tumoral o hiperplasia en el enfermo. Hay otro escáner con muchos más años, para el que un quiste o un tumor excesivamente pequeño puede pasar desapercibido porque el aparato es demasiado antiguo y su grado de definición es menor. Esto es anómalo, pero tiene un pase. Lo del helicóptero no.

Un medio de transporte aéreo para enfermos graves o accidentados es fundamental en el archipiélago. No sólo para transportar enfermos de una isla a otra. Tal y como están algunas carreteras de las islas, llevar a un paciente podría ocasionar que ingresara por urgencias con las dolencias con que lo recogió el personal sanitario y, además, una lesión de columna o un desplazamiento de vértebras adquirido durante el traslado entre baches e irregularidades del firme.

Aterrizar en el Hospital, además, tiene su cosa. Debido a que el helipuerto está situado en el techo del edificio, en una zona donde los vientos adquieren a veces la velocidad de un ciclón caribeño, los pilotos optan a veces por no acercar los patines por la zona. En otros casos aterrizan con unas maniobras que le ponen a uno los pelos como escarpias sólo de verlo desde fuera.

Somos así. Una y otra vez se repiten las meteduras de pata. Aún nos reímos del chiste de que el aeropuerto de Los Rodeos se construyó donde un equipo de ingenieros había dibujado una gran equis (luego habrían aclarado que se podía hacer en cualquier sitio de la isla menos ahí). El emplazamiento es tan singular que mientras toda la isla puede estar bañada por un sol cegador, en Los Rodeos se puede disfrutar de una espesa niebla más densa que un puré de guisantes. Es la misma clase de chapuza que se hizo con la dársena de Los Llanos, una instalación incompetente y bastante inútil con calados escasos y a la que hubo que hacerle un par de parches con diques interiores para aguantar el oleaje.

Somos así y qué le vamos a hacer. Pagar impuestos y aguantar por el lomo. Y si somos demasiado altos o demasiado gordos más vale que nos cuidemos mucho porque en el helicóptero del Servicio de Urgencias de Canarias sólo caben los enanos del baile de La Palma.