"Los artistas prehistóricos podrían haber sido mujeres". Mi amiga Pili Quintero refrescó mi memoria con este tuit de hace algún tiempo. Según contaba National Geographic, el arqueólogo Dean Snow, de la Universidad de Pensilvania (Estados Unidos), analizó las huellas de las manos encontradas en pinturas rupestres de ocho cuevas de Francia y España. Tras comparar la longitud de algunos dedos, determinó que el 75% de las huellas eran femeninas. Los expertos, por lo que leí, tienen opiniones muy variadas sobre cómo interpretar los nuevos datos aportados por el arqueólogo Snow. Quedan muchos enigmas por resolver acerca de nuestros antepasados, los que nos precedieron hace treinta o cuarenta mil años. Los científicos nos cuentan que el autor o autora lleva la firma del Homo Sapiens, aunque ahora se inclinan a pensar que el Neandertal también pintaba.

Si las manos de los artistas del Paleolítico eran de mujer u hombre, me despierta curiosidad. Pero más allá de esto, lo que me produce admiración es el hecho de contemplar con asombro que eran, en definitiva, manos de artistas. Hembra o varón, convirtiendo una cueva de piedra en una Capilla Sixtina, cuidadosa y detalladamente decorada con imágenes que representaban su entorno. Y allí las puedes ver, miles y miles de años después. Allí están los animales que cazaban o admiraban. Dibujados, coloreados. Y en el perfil voluminoso de la roca parece que adquirieran vida, como si fuera ayer. Fascinante.

Me maravilla esa pintura no solo como forma de expresión. Sobre todo como forma de comprender el mundo que les rodeaba, como forma de comprenderse, quizás, a sí mismos, como forma de comunicarnos quiénes eran, cómo era su vida. Nuestros antepasados eran creadores, inventores y virtuosos. Nos lo contaron a través de hermosos murales. Siempre hallaron la forma para sobrevivir a los desafíos de la naturaleza. En ellos habitó la voluntad humana de avanzar.

Y lo lograron: nosotros estamos aquí. Y en lo sustancial, creo que seguimos, como ellos, afrontando retos vitales. Y, como ellos, seguimos teniendo a nuestro favor el prodigio de la imaginación. La capacidad infinita para crear buenas soluciones, buscar alternativas, comprender el momento histórico que nos toca vivir y responder con audacia y creatividad.

La historia de la evolución humana es la historia de la recreación. "Recreación", me encanta esta palabra. A José Luis Sampedro le oí hablar de ella y no puedo estar más de acuerdo. Recrear en el sentido de volver a crear, de empezar de nuevo. Y también recrear en el sentido de deleitar, de disfrutar. "Recreándonos" es el nombre que le hemos dado al programa que hacemos en Radio El Día enfocado a organizaciones empresariales, sociales o institucionales, a emprendedores y emprendedoras y a cualquier persona que esté comprometida con un proyecto personal-laboral de mejora, de cambio. Y ahí estamos conociendo no solo ideas nuevas o renovadas de líderes y promotores, sino también experiencias de "recreación" de gente que se reinventó porque sintió el deseo irrefrenable de hacerlo, porque la terrible crisis no dejó otra opción o por alguna razón de otra naturaleza.

Creo que en eso andamos: recreándonos, o tratando de hacerlo. Afrontando situaciones nuevas, inesperadas o largo tiempo latentes, pero desafiantes. Que vuelven a situarnos, como siempre ocurrió, en un nuevo comienzo. En el que vamos construyendo sobre lo aprendido, sobre nuestros logros y nuestros fracasos, con la mirada puesta en la forma de evolucionar y de hacer aquello que todavía está por estrenar. Podremos remontar una vez más, la superación de obstáculos va en nuestros genes. Los paleoantropólogos nos hablan de sociedades formidables, inteligentes y espléndidas que siempre encontraron la forma de salir adelante.

Si lo piensas bien, no somos tan diferentes. El reto sigue siendo recrearnos.

@rociocelisr cuentasconmipalabra.com