A cuenta de algún chispazo mío publicado en este mismo periódico sobre los comportamientos de ciertos ediles tacoronteros, he cosechado distintos frutos, diferentes apreciaciones de según dónde venía la pedrada. Es natural. Y perfectamente lógico. No es lo mismo subir a coger brevas que bajar de la higuera a recibir palos. No es igual ir montado que llevar a cuestas. Por eso las opiniones, por fuerza, han de ser diferentes.

Así pues, por un lado, algunos de los aludidos no acusaron bien las críticas. Por supuesto que no. Tampoco esperaba yo lo contrario. Dieciocho años de periodismo dan para mucho. Me llegó un poco de todo. Un detallado surtido de amables etiquetas que van desde irresponsable hasta ignorante, pasando por la de manipulador. Bueno..., cualquier cosa, menos ciego, digo yo..., o sordo. Porque hay que estar muy ciego como para no ver lo que resulta tan evidente como inocultable. Me remití a un Pleno. Pero un Pleno que fue el mismo de hace dos años y el mismo de seis meses atrás. Los tres me los tragué completitos y el acta podría ser la misma para los tres.

Tacoronte ha mejorado mucho, pero podría haberlo hecho mucho más si los que se sientan en el Pleno hubieran ejercido el puesto con responsabilidad. Es una pena, pero es así. No se puede estar dos años bloqueando el Ayuntamiento porque sumando los grupos de la oposición seamos mayoría. Es tercermundista que haya vecinos -calles enteras- sin alcantarillado o sin aceras. Y que por tres veces se negara a esta vecindad un servicio tan primario. Ahí no hay debate. Se hace o no se hace. Es necesario o no. Es imprescindible.

La supuesta regeneración democrática de la vida política española ha pasado de Tacoronte, o al menos estos ediles no se han enterado. Que ser político ya no es lo que era. No puede serlo. Que están equivocados. Los ciudadanos tienen ahora que estamos en el lío, lío..., ahora que los partidos se aprestan al asalto de los municipios y de las sedes autonómicas, cuando comienzan las falsas promesas y los lavados de cerebro para sentar culos en los ayuntamientos..., una oportunidad de oro: pararles los pies en seco, y cuando pidan atención para soltar el mitin, contestarles que la atención la pongan ellos y que escuchen al pueblo, y decirles que hay que invertir las tornas impuestas por una política tramposa, y soltarles que es hora de que ellos callen y escuchen a la gente, y no al revés.

Que ellos, el pueblo, los ciudadanos, son los que eligen a sus administradores, los sacan del paro, los colocan, les mandan lo que tienen que hacer y cómo, y les fijan la paga. Que no son los empleados los que dirigen a los empleadores y se fijan ellos mismos el sueldo. Que quien paga, manda... Que se puede gobernar para el pueblo y con el pueblo. Y que no solo se les escuche y se les busque cada cuatro años, sino durante y a lo largo de esos cuatro años.

Que ya va siendo hora de que aquí se compartan las responsabilidades, se vigilen las capacidades y se inspeccionen las realidades.... Que, si el pueblo no tiene ya la mayoría de edad necesaria, es evidente que parte de nuestros políticos aún la tienen menos.

Ni este artículo, ni ningún otro mío, pretende molestar a nadie, si bien asumo que a unos pocos no les va a sentar muy bien que digamos, pero si, a cambio, el riesgo es beneficiar a unos muchos, pues ya está. Por eso espero que sea leído sin prejuicios políticos ni personales, con claridad de conciencia y meridianidad de ideas. Con apertura mental. No se trata de quitar el pan a nadie, sino de repartirlo más y mejor... Ya saben, se trata de hacer más con menos, de la optimización de recursos. Esa que no se cae de la boca de nadie pero que nadie pone en práctica. De eso mismo.

Esconder la voz es una cobardía cuyo lujo no podemos permitirnos.

Feliz domingo.

adebernar@yahoo.es