Por la identidad que un funcionario sentó en los registros es reconocido oficialmente como José Alberto García Gallo, pero nadie descubriría bajo esta filiación la figura de Alberto Cortez (Rancul, La Pampa, 1940). Uno de los intérpretes más singulares, el cantor de las cosas sencillas, abrirá su alma al público en un concierto donde piano y voz armonizarán toda una vida el 1 de mayo en el teatro Leal de La Laguna, desde las 21:00 horas

¿Qué recuerdos le trae aquel momento en el que rompió tendencias al musicar a poetas como Góngora, Quevedo, Machado?

Eso fue en 1967, un año que para mi carrera y mi trabajo resultó trascendental, por lo que supuso en cuanto a descubrirle a los medios de comunicación y al público que se podía trabajar sobre esos grandes poetas y, además, con buenos resultados. Un ejemplo mayúsculo fue, posteriormente, el que representó Joan Manuel Serrat con sus versiones sobre Machado y Miguel Hernández. Pero esto se suele hacer cuando existe, sobre todo, seriedad y respeto.

También dio con la clave al popularizar con su voz las letras de Atahualpa Yupanqui y Pablo Neruda, ¿no?

Cierto, pero en el caso de Atahualpa resultaba sencillo por la carga de musicalidad que desprenden sus versos, como el amor cercano de Neruda.

Quizá por eso resulta paradójico que en su ideario musical se recojan canciones frívolas como "Sucu sucu" o "Me lo dijo Pérez".

Es que por entonces, en los sesenta, yo tenía veinte años y lo que pretendía a esa edad, a través de la profesión de cantante, era ganar guita, tener un descapotable a la puerta y una señora estupenda en la cama.

¿Y esa vocación temprana de agarrar la maleta y exiliarse?

Es inherente a nosotros. Para considerarse argentino hay que bajar de un barco, como nuestros antepasados que procedentes de todo el mundo, una vez pusieron pie en tierra firme crearon familias, plantaron árboles y han construido un país. Cuando cumplí veinte años la ilusión que me movía era conocer la tierra de mis ancestros. Primero recalé en Centroamérica y de ahí puse rumbo a Centroeuropa hacia países como Bélgica, Holanda, Alemania, Francia... Y de esto me ha quedado el dominio del idioma francés y una mujer belga.

¿Qué lo empujó a fijar su residencia en Madrid?

Existe una cuestión afectiva. Mi padre era gallego y siempre consideré que Madrid y Buenos Aires son ciudades bastante hermanadas en cuanto a la temática de su música popular. El castizo "Pichi" madrileño entronca con la figura del "porteñito" y tantos otros personajes que están presentes en las letras de los tangos.

Usted suele decir que Rancul, su localidad natal en La Pampa, representa la patria y Buenos Aires un arrabal...

Es una metáfora traída casi de los pelos. En el fondo es eso, las personas que hemos nacido en un pueblo pareciera que al tiempo que salimos del vientre materno, también enterramos las raíces en la tierra que nos vio nacer. Y aunque hubiera querido desprenderme de ellas, lo que jamás ha sucedido, resultaría imposible.

¿Con qué equipaje musical viaja a las Islas?

Soy una bolsa de recuerdos y voces, una persona nostálgica que siempre ha cantado a las veleidades de antaño que cobran valor por el hecho de haber subsistido tanto tiempo. Viajo a Tenerife y Las Palmas con enorme ilusión y el recuerdo de Alfredo Kraus, vecino en Madrid, del que no olvido las largas conversaciones en las que me regaló muy buenos consejos.

Como dice la canción, la mano con puñal lo mató tan mal y gracias a eso ha seguido cantando.

En varios periódicos de América siempre quisieron matarme tempranamente. Es cierto que arrastro problemas de salud, en 1996 sufrí una obstrucción de la carótida que me afectó, pero aquí estoy.

¿Sus canciones envejecen bien?

Creo que sí y se amplían cuando me encuentro con el público, al abrir las puertas del corazón y del alma para que quienes así lo deseen puedan asomarse y compartir lo que hay adentro.

¿Cómo ve la efervescencia política de España?

No soy analista político. Me toca sobrevivir soportando cosas que no me gustan y aceptarlas.

¿Los cantautores están en peligro de extinción?

En la actualidad hay quien intenta hacer música; muchas veces lo que suena es ruido para que la gente baile y están quienes muestran sus interioridades, con temas más o menos poéticos que la gente no permitirá que desaparezcan, como Pedro Guerra o Ismael Serrano.

No para de crear y crear.

Estoy preparando el próximo disco, que no sé cuándo será realidad, y que gracias a la memoria de esos aparatos que son los ordenadores puedo guardar.

¿Y a partir de mañana...?

Pues empezaré a vivir la mitad de mi muerte o la mitad de mi vida. Espero que este cuerpo soporte los rigores de un nuevo invierno y los avatares de una sociedad que cada vez exige más, sobre todo en lo fiscal, con esa atroz presencia que supone el Ministerio de Hacienda.