El hispanista galés C. Brian Morris, profesor de la Universidad de California, es un leal admirador de la obra y figura del poeta gomero Pedro García Cabrera (Vallehermoso, 1905 - Santa Cruz de Tenerife, 1981), sobre el que ha escrito varios estudios críticos. El último, "La rodilla en el agua, el poema de la isla de Pedro García Cabrera", editado por Idea, fue presentado ayer en la ermita de San Miguel de La Laguna.

El acto, incluido en el proyecto "Pedro García Cabrera. Vidas a contrapunto", promovido por la Fundación Pedro García Cabrera, consistió en una entrevista que le hizo la doctora en Filología Hispánica y catedrática de Literatura Española de la Universidad de La Laguna, Belén Castro Morales, al profesor Morris, además de la presentación del libro por parte de su editor, Francisco Pomares, y una lectura poética de "La rodilla en el agua".

Esta actividad complementa la exposición que se celebra hasta hoy en la ermita de San Miguel, integrada por veintidós serigrafías realizadas por diecinueve artistas canarios que participaron en 1996 y 2005 en sendos homenajes que se rindieron al escritor gomero.

Brian Morris, especialista en surrealismo y estudioso de este movimiento en las Islas, destacó que la obra "La rodilla en el agua" (1934), aunque fue publicada en el año 1981, "es el resultado directo de la estancia de García Cabrera en Gran Canaria, donde estuvo desterrado en 1934 y comenzó allí a escribir una gran parte de su obra y luego pasó a La rodilla en el agua, que él llamo así en una carta. De ahí el título de mi libro, porque él dice: comencé otro libro, que es el poema de la isla y que termine en Tenerife al cumplir un año de destierro".

Desde su punto de vista "es la consecuencia de las grandes caminatas que hacía bajando de Tafira a Las Palmas, donde trabajaba, y se sentaba, según lo que cuenta, en los jardines del hotel Santa Brígida para pensar poemas y de ahí salió gran parte de la colección que llegó a llamar La rodilla en el agua, que es una metáfora que se repite varias veces dentro de los cuarenta poemas de la obra y cada uno mantiene una visión de la isla, pero dice que no tiene historia. Es una isla que comenzó siendo Tenerife, pero a la que quitó toda referencia localista. No hay nada de color y eso respondió a su visión del paisaje. Reduce la isla a lo que era en su esencia, una palabra importante para él, no hay descripciones".

El profesor galés se sintió fascinado por el concepto de isla que manejó el poeta gomero, sin ningún distintivo. "La rodilla en el agua es un libro muy especial. He leído un enorme corpus de poesía sobre las islas, antologías sobre la poesía de Puerto Rico, Las Malvinas, Cuba o Las Azores, y hay un gran contraste entre ellas y la visión de García Cabrera. Hay mucha repetición de los tópicos, de la hipérbole, tales como la más bonita del mundo, una perla en el mar o un jardín encantado. Esos tópicos se repiten mucho y hay mucha descripción de ese tipo que no llega a convencer. Uno llega a familiarizarse tanto con los tópicos, que ya no sabes visualizar nada. Esto me hizo pensar que García Cabrera evitó cualquier tópico que pudiera encontrar en toda la poesía de las islas, evitó todos los denominadores comunes de la poesía de las islas, que es lo que tiene su obra de especial. Ahí comenzó mi reflexión sobre la obra, que no es descriptiva, sino más o menos ética, profundamente moral en el sentido de que la isla representa algo muy importante en su vida".

Este admirador de la obra de García Cabrera, sobre el que ya ha escrito cuatro libros y prepara un quinto, considera que la influencia de Pedro Salinas está presente en la última obra que ha analizado, en concreto en los títulos que puso a cada uno de los cuarenta poemas que integran "La rodilla en el agua". "Eso tiene un efecto sobre la lectura porque no se busca una secuencia, sino que hay que leer cada poema en relación con su título y el efecto entonces es más lento y profundo. Esos títulos cumplen una función que para mí agregan algo a ese contenido ético de la obra".

La historia refleja que la vida de Pedro García Cabrera fue una sucesión de desgracias que tuvo que superar, sobre todo en los momentos previos y posteriores a la guerra civil española, por su condición de político socialista, defensor de los trabajadores y de las políticas sociales. Aquellas vivencias laten y están muy presentes en su larga veintena de poemarios.

"Insisto en que García Cabrera empezó a escribir esta obra en un año que fue muy doloroso para él. Un año de destierro en el que tuvo tiempo para pensar y meditar. Diría que La rodilla en el agua es la más meditada y profunda de todas sus obras. Lo que representa es la necesidad de sentir de García Cabrera, de pensar en los valores que hacían falta para seguir batallando y sobrevivir en una época cada vez más turbulenta políticamente, porque terminó esta obra en 1935 y ya estaba preparado para ciertas escaramuzas, batallas políticas y sociales que iban a terminar mal para él".

En este sentido, ahondó en la idea de que para García Cabrera lo que representa esta obra es su admiración por la isla. "No es una isla con detalles, ni flores, ni árboles, ni el Teide, ni nada de eso, ni con personas. Cuando admira esta isla prototípica, irreal, se está mirando a sí mismo. Está atribuyendo a la isla toda una serie de virtudes, de características que él quisiera tener como persona, como por ejemplo la autenticidad, la estabilidad, la seguridad, la autosuficiencia, orden, equilibrio...".

"Hay toda una serie de valores que él está ensalzando. Es una isla que no tiene corazón, ni alma ni nada. Se está dirigiendo a una isla como si estuviera hablando a una persona y esa persona creo que es él mismo (...). Utiliza palabras como firmeza, humildad, fidelidad, serenidad..., que se dice a sí mismo para seguir adelante. Para mí esta obra es un tipo de autorretrato, pero un retrato muy sofisticado, muy sutil y muy elocuente".

La labor desarrollada por la Fundación García Cabrera para investigar y difundir la obra del escritor y periodista canario es muy loable para el catedrático británico, un apasionado de la cultura canaria, en especial de la literatura de las primeras décadas del siglo pasado, de Gaceta de Arte y el surrealismo.

Para Brian Morris, que está centrado ahora en un estudio sobre otra obra de Cabrera, la titulada "Transparencias fugadas" (1934), el poeta de Vallehermoso fue muy elocuente. "Esa seguridad, que para él es un valor personal y ético, es algo que también le caracteriza como poeta. Tiene un control sobre un estilo. Crea un estilo donde sabe combinar palabras que, normalmente, se consideran abstractas y lo son, como humildad, serenidad, etcétera, pero siempre estaban entremezcladas con imágenes, con una gran cantidad de metáforas, de una imaginación muy activa, viva. Él demostró desde el principio que podía crear metáforas magníficas. Es un poeta muy seguro de sí mismo, con un enorme léxico y un gran atrevimiento. No le da miedo inventar y tiene una enorme imaginación que luego sabe transferir".