Gilberto Torres, de 47 años, lleva 42 unido a su silla de ruedas y lidiando con la jungla de obstáculos de Santa Cruz y alrededores.

Vecino de La Salud-Alto recuerda como acostumbraba a bajar al centro "por la carretera", por falta de rebajes y aceras suficientemente amplias. "Ahora están poniendo alguna rampa, pero aún no ha llegado a mi zona", explicó.

Para Gilberto no adaptar un barrio, un local o un edificio público es una forma de discriminar a las personas con discapacidad, de expulsarles de la vida que disfruta el resto. Por ejemplo, en el precioso barrio pesquero de San Andrés, donde todos van a comer pescado, no puede ir un discapacitado. "Ninguno tiene el local adaptado", se queja Gilberto.

En el caso del Parque Marítimo, Gilberto critica que aunque cuenta con una grúa para que puedan bañarse, piden a los usuarios discapacitados que avisen un día antes "para poder cargar las baterías". "Parece que poco más que estás molestando a la gente de allí", opina.

"En general, muchos locales, bares, restaurantes, no es que no estén adaptados, es que no puedes ni pasar la entrada porque tienen escalones", se queja.

Y esto en el caso del ocio. Si eres discapacitado y tienes que ir a las Urgencias del Hospital de La Candelaria ni sueñes con ir al baño, explica Gilberto. "No tienen baño adaptado, te dan una botella y te dicen que te pongas donde no puedan verte", dice.

A pesar de todos estos obstáculos, Gilberto no para. Trabajó como representante de productos ortopédicos durante muchos años y ahora, que es pensionista, se dedica al deporte (baloncesto y tenis de mesa) y a sus aficiones. Entre todas ellas destaca el Carnaval y, en concreto, las murgas.

Como murguero tiene que arriesgarse a ir a ensayar al antiguo mercado de La Salud "poniéndole luces a la silla y yendo por la carretera", porque "no hay rampas" en el espacio entre su casa y las instalaciones.

"La discapacidad es una auténtica aventura", afirma Gilberto, quien considera que con esta falta de rebajes o rampas se pone en riesgo la vida de las personas que van en sillas de ruedas.

Además, ser discapacitado implica un lujo que pocos se pueden permitir. "La palanca del coche para que puedas acelerar y frenar con la mano cuesta 3.000 euros y las ayudas que te dan son irrisorias", dice. Por no hablar de la llave universal para todos los baños adaptados que tienes que comprar por 20 euros. "¿Tú te imaginas que tuvieras que gastarte 20 euros para ir a un baño público? Pues así estamos los discapacitados". En el siglo XXI y aún pidiendo igualdad de oportunidades.