El papa Francisco aprobó ayer el decreto con el que se reconocen las "virtudes heroicas" del primer obispo de Montevideo, Jacinto Vera, hijo de emigrantes canarios y nacido durante el viaje de sus padres al país sudamericano, en lo que supone el primer paso en el proceso de beatificación.

El decreto con el que Jacinto Vera es declarado "venerable" fue firmado en la audiencia que concedió el papa al prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, al arzobispo Angelo Amato.

Vera, quien fuera el primer obispo uruguayo, murió el 6 de mayo de 1881 en una posada del pueblo Pan de Azúcar, en uno de sus numerosos viajes misioneros.

Había nacido el 3 de julio de 1813 durante el viaje en el que sus padres, provenientes de las Islas Canarias, se dirigían como emigrantes a Uruguay.

Para que un venerable sea beatificado es necesario que se haya producido un milagro debido a su intercesión y para que sea canonizado (santo) es preciso un segundo milagro, que debe ocurrir después de ser proclamado beato.

La Iglesia uruguaya ha pedido siempre acelerar el proceso de beatificación de Jacinto Vera, cuya causa comenzó hace 80 años. El episcopado ha evocado el testimonio de este obispo y su entrega a los más desfavorecidos del que sería en el caso de que se aprobase en futuro su canonización el primer santo de Uruguay.

Vera pasó su niñez en el territorio que hoy corresponde a la localidad de Toledo, entró con 19 años en el seminario de los jesuitas y fue ordenado sacerdote en 1841 en Buenos Aires.

En 1856, Jacinto Vera se convirtió en vicario apostólico de Montevideo y luego, después de ser nombrado obispo, fue el fundador del primer seminario de jesuitas en Uruguay.