Víctor Erice (Carranza, Vizcaya, 1940) y José Luis Guerín (Barcelona, 1960), dos de los pesos pesados del cine de autor, fueron ayer los protagonistas del cuarto y último Foro Enciende la Tierra, que se desarrolló en el Espacio Cultural de CajaCanarias en Santa Cruz de Tenerife. Este encuentro derivó en un animado diálogo entre ambos cineastas, quienes analizaron la situación actual del cine y hablaron de sus respectivas visiones del séptimo arte.

José Luis Guerín, que amablemente accedió a una entrevista por teléfono el día anterior al diálogo que mantuvo con Erice, mostró su admiración por su interlocutor. "Siento una gran admiración por su obra. Es uno de los cineastas más relevantes que viven en la actualidad y compartimos unos cuantos faros de los cineastas que nos han precedido: la conciencia de un medio y nuestra deuda con los maestros que nos han precedido. Eso es algo que, probablemente, me es difícil compartir con gente más joven, ese respeto y ese gusto por sentirse parte de una trama, de una historia de cineastas que viene de atrás".

Guerín, autor de largometrajes como "Los motivos de Berta" (1985), "Innisfree" (1990), "En construcción" (2001) o "En la ciudad de Sylvia" (2007), entre otras, es muy reacio a autocalificar su cine y definir su mirada como realizador. "Eso le toca a los críticos y a los teóricos. Yo miro, pero no revierto esa operación mirándome a un espejo para ver como es mi mirada. Sería muy insano. Intento relacionarme con el mundo de la manera más directa y, sin duda, a través de la mirada que he mantenido con el cine. La historia del cine ha sido siempre algo inspirador también para mi. Una película entiendo que es una experiencia de relación con el mundo, pero también con tu propio medio, el cinematográfico. De esa tensión entre esos dos polos surge una película".

Este realizador y guionista nunca se ha parado a reflexionar sobre los rasgos que definen su concepción del cine, según comentó, aunque sí reconoció que "me preocupa la construcción de una película, como crearla, como componerla. Como relacionarme con el mundo, pero no me preocupa como definir mis películas. Sí es verdad que una de las cosas que exijo cuando me llega un encargo es tener libertad para abordar las cosas tal como yo las quiero. Poco me importa si el tema me viene dado, o los condicionantes presupuestarios, pero siempre elijo esa libertad de la mirada. Es, verdaderamente, un ejercicio de la mirada".

Este cineasta, que fue Premio Nacional de Cine de España en 2001, concibe sus películas como si fueran composiciones, y aclaró que nunca se marca como meta previa renovar el lenguaje fílmico.

"Eso de renovar el lenguaje y todo eso deber ser una consecuencia. No puede ser un apriorismo. Los cineastas que se pongan dogmas para cambiar el lenguaje siempre me parecen artificiales. Es el propio trabajo sobre la película, sobre unos contenidos que has de transmitir y los que te llevan, si acaso, a adoptar soluciones formales o del lenguaje que correspondan. Es decir, eso no puede venir impuesto desde fuera sino que surge del propio trabajo de cada película. Es la escritura cinematográfica quien determina. Es muy importante constatar que la forma en cine, el lenguaje en cine, no es algo decorativo u ornamental, sino que es el medio que tenemos los cineastas para transmitir las ideas".

También se mostró contrario a la dicotomía existente, para algunos, entre cine documental y cine de ficción. "Creo que en el cine sería igual que en la literatura y es imposible decir si la novela es más importante que la poesía o el periodismo, o los libros de pensamiento o divulgación. El cine recogería todos los equivalentes que ha ido gestando la literatura, por tanto, pues hay poesía, cine de ficción, ensayísticos, memoria... Están todas esas modalidades y se cruzan en muchos espacios, con lo cual me resulta muy problemático hacer esos compartimentos estancos, que quizás se cultivaban en el pasado, entre documental y ficción. Esa relación se ha problematizado mucho en los últimos años".

Con respecto al papel actual del cine en la sociedad y su realidad cambiante, indicó que "desempeña un papel marginal. El cine ocupó un espacio central en sus primeros cincuenta años de vida. Era una industria muy importante y socialmente era muy importante. Eso ha quedado ahora completamente desplazado, ahora lo importante es el fútbol y otras cosas. El cine ha pasado a ocupar un espacio muy marginal dentro de la sociedad, quizás como también es marginal el espacio que pueda tener la escultura o la poesía".

Cuestionado sobre cuál es la vigencia del denominado cine de autor dentro de esa marginalidad a la que se ha condenado al cine en la sociedad actual, precisó que "la vigencia del cine es la que es. Es decir, que dentro de la marginalidad del cine creo que el alma del cine sigue estando en el autor. El cine, en general, tiende a una deshumanización, y el cine con una cierta identidad, con ojo y rostro, con una mirada reconocida y humana, pues procede de un autor. Si no hay un autor, no hay comunicación. Para que el cine sea una forma de comunicación y no una forma de alineación es necesario que haya el intercambio entre dos personas, de un lado un autor y de otro un espectador. Si no existe esa noción de autor, si el que hace esa película es un dispositivo industrial, en donde carecemos de una mirada singular y única de un autor, pues para mi el cine deja de ser algo fundamental, que está en su origen, que es una forma de comunicación".

Guerín, considerado uno de los máximos representantes del cine de autor europeo, "por la capacidad de crear una obra singular, poética, en continua renovación del lenguaje fílmico y de la misma idea de belleza", está montando un mediometraje y acaba de escribir un nuevo largometraje. "Pero no hay que hablar de eso. Espero poder mostrar pronto mis nuevos trabajos que están gestándose ahora mismo".