Hace años. Ya unos cuantos, fui "tentado" en el sentido bíblico de la palabra -como Jesús por Satanás-. El presidente de un partido político me ofrecía todo lo inimaginable, puestos de aquí y de allá... concejalías y hasta alguna que otra alcaldía. Cuando el susodicho, que por cierto, me recibió con los pies sobre la mesa mientras se fumaba un puro, sólo me conocía de estas páginas y de algún que otro comentario de conocidos comunes. Salí con la convicción de que aquello no me había ocurrido. El sentido común, no voy a darme otro mérito, superó con creces los encantos del poder. Entiendo la política de otra manera.

No se debe hacer vino nuevo en odres viejos. O revientan los odres, o el vino se pudre. Vuelvo al evangelio. Y esta metáfora es universal, y sirve para todo y todas las acciones del ser humano. Muy especialmente para sus actividades de relaciones y políticas. No se pueden adoptar ni adaptar nuevas formas políticas con maneras viejas. No se puede desarrollar una nueva manera de entender la política con formas caducadas... Y, si de verdad es cierto que deseamos no caer en los mismos errores, abusos, prepotencias, robos y corrupciones en que se ha desenvuelto la política hasta aquí, hemos de tomar conciencia de ello y comprometernos personalmente a cambiarlo... Y noten que digo: personalmente.

No voy a caer en la fácil trampa de predicar el nombre de qué nueva política ni qué nuevos partidos. Lo de camuflar más de lo mismo tras unas nuevas siglas es una tentación más vieja que la de la manzana... Puede ser que sí, o puede ser que no. O puede ser, simplemente, que cambien ciertos ropajes sin mudar de ropa interior, o ciertos paisajes sin trasladarnos de lugar.

Como tampoco se puede esperar el milagro de que formaciones con vicios adquiridos de falsedad y manipulación puedan convertirse, de la noche a la mañana, en perfectos iluminados... Pero no niego tampoco que ello pueda ser posible. Pueden aparecer grandes estrategas con visión de futuro capaces de dar un golpe de timón y cargarse las viejas rutas, naturalmente, pero se les ve venir de lejos, y aún así, los cambios son lentos y trabajosos, pues limpiar el barco de piratas y el banco de ladrones no es tarea fácil...

¿Entonces? Pues no cabe otra solución que cambiar de hábitos nosotros. Mudando nosotros, los mudaremos a ellos, y con eso, conseguiremos la transparencia y rigor políticos que tanto pedimos y necesitamos... ¿Y cómo se hace eso? Pues molestándonos en ser personas que piensan por sí mismo y no a través de los lentes de unas siglas. Desterrando de raíz viciadas y nefastas costumbres de apoyar partidos en lugar de cuestionar personas.

Lo que hacemos hasta ahora es tan cómodo como irresponsable. Yo voto a "los míos de toda la vida" y me voy a casa a aplaudir el partido. Pero no, no es eso... "los nuestros de siempre" solo son de sí mismos, y nos utilizan para sentar sus culos, colocar a los suyos, vivir del cuento y eternizarse en los cargos... Sólo nos usan y se aprovechan de nosotros.

Pese al cambio de tendencia en los últimos tiempos, muchos ciudadanos aún toleran las corruptelas de los políticos. O incluso las justifican... O es mala conciencia, o es mala costumbre, o es mala educación, no sé lo que puede ser, pero sí sé que no es nada bueno, y mucho menos cultura democrática. Se habla mucho de regenerar la política, y no se dice nada de regenerar la sociedad. Pero mientras sigamos pensando que la responsabilidad social es de los políticos, y no nuestra, seguiremos cayendo una y otra vez en el mismo agujero. Es la política la que es responsabilidad de la sociedad.

Hay que fiscalizarlos, vigilarlos, examinarlos e inspeccionarlos a cada paso, estar encima de su cumplimiento o incumplimiento. Exigirles transparencia. Es lo que hace una sociedad despierta, responsable y avisada. Tal vez la única forma de distinguir corruptos, incorruptos e impolutos. Es responsabilidad nuestra. De nadie más.

Feliz domingo.

adebernar@yahoo.es