El Tenerife se ha desconectado y hasta da síntomas de miedo. En el peor día posible, ante un rival directo como el Racing de Santander, perdió su seña de identidad (la intensidad) y el poco fútbol que le ha acompañado en esta temporada para olvidar y se dejó tres puntos que le colocan al borde del abismo, con solo dos de ventaja sobre el descenso. Son ya siete las jornadas sin ganar y, lo que resulta más preocupante, las sensaciones van a peor. Lamentablemente, lo sucedido se veía venir. Raúl Agné se ha atascado en la búsqueda de un equipo más solvente a domicilio y sus modificaciones en el once van de mal en peor. Ayer se inventó a Igor Arnáez como interior izquierdo y prefirió a Cristo Díaz en lugar de Ricardo. En el minuto 30, los dos tenían tarjeta. El mediocentro por una falta que originó la jugada del penalti, que cometió el vasco. Fue coincidencia. Seguro. Pero también un síntoma del error. Cuando te lo juegas todo, los mejores. Sobre todo si tu rival es inferior, como era el caso. Porque el Racing empujó durante el primer cuarto de hora a base de intensidad y choque. No necesitó calidad, sino una actitud más agresiva. Como un gatito asustado, el conjunto insular se agazapó a la espera de que remitiera el temporal en El Sardinero. Bien es cierto que solo hubo un disparo de Álvaro y Dani Hernández detuvo sin problemas. Pero la sensación era de superioridad. De un contendiente que se jugaba la vida y otro que pasaba por allí. Cuando los locales aflojaron (era imposible jugar como en la salida todo el encuentro), empezaron a respirar los de Agné. Pero el balón les duraba poco o nada. Empeñados en jugar directo para saltarse el campo de minas del centro del campo, entre Andreu y los centrales se bastaron para anticiparse una y otra vez a los desasistidos Ifrán y Maxi. Con esta fórmula tan inusual en la era del actual técnico, Suso no pudo encarar a su par ni una sola vez. El partido se convirtió en una sucesión de pelotazos a la espera de un accidente, que llegó en forma de penalti. Mamadou Sylla lo transformó en gol (31''). Con la ventaja en el marcador, el Racing dio un paso atrás. Tampoco le sirvió de mucho al Tenerife, aunque en un latigazo aislado llegó su único tiro entre los tres palos antes del descanso. Fue Maxi, que obligó a Mario a intervenir (42''). Para entonces, ya calentaban Ricardo, Cristo Martín y Juan Carlos Real. Se avecinaban cambios. Y parecían necesarios. Pero el técnico blanquiazul se quedó a mitad de camino. Entró Juan Carlos por Arnáez, pero esperó otros siete minutos para dar entrada a Ricardo por Cristo Díaz. Como si las piezas se colocaran en su sitio, el Tenerife empezó a encontrar espacios. Tardó Pinillos (o Munitis, que parece que es el que manda) en ajustar a su equipo para cerrar entre líneas. En esos minutos, dio sensación de debilidad la escuadra cántabra. Pero sobrevivió sin que su portería peligrara. De hecho, durante la primera media hora de la segunda mitad solo remató el Racing. A Quique González en dos ocasiones (56'' y 60''), Álvaro (75'') y Fede (77'') les faltó puntería. La explicación es sencilla. Los tinerfeñistas nunca defendieron como debían. Les costó tanto robar el balón que sus ataques eran demasiado largos y la posibilidad de cometer errores, mayor. Aun metidos en esa dinámica, pudieron empatar. Suso, que cazó un rechazo en la frontal del área, obligó a Mario a realizar la mejor intervención de la tarde (80''). En el córner resultante, Albizua envió fuera un zurdazo cuando parecía más sencillo que encontrara portería. No hubo más por parte visitante. De hecho, los últimos minutos fueron un quiero y no puedo. Agné movió ficha por última vez y volvió a equivocarse. Metió en el partido a Omar Perdomo, centró a Suso y cerró con tres en el fondo. El cambio se quedó en nada porque ya no se jugaba. Era el momento de las interrupciones, las tres sustituciones del Racing y las pérdidas de tiempo. En medio, hasta pudo ampliar su renta el cuadro cántabro si no llega a ser por Dani Hernández, que repelió un remate de Álvaro... y salvó el average particular. Solo quedaba tiempo para los pelotazos, donde la zaga local se manejó con solvencia y la frustración se coló de lleno en un nuevo y firme candidato al descenso: el Tenerife.