La niñez es la edad de la inocencia. Una etapa básica y necesaria en la vida que marca la futura juventud y la madurez en la existencia de toda persona. La evolución psicofísica tiene su ritmo propio, por lo que pretender acelerarlo artificialmente solo puede traer consecuencias desproporcionadas y, a veces, irreparables.

Este preámbulo viene a cuento a raíz de un programa televisivo que vi hace poco que trataba el tema de las niñas que son exhibidas como modelos en las pasarelas, en las revistas de moda o, lo que es peor, en concursos de belleza. Confieso que me sentí indignado y con deseos de expresar mi crítica por la manipulación a que son sometidas las niñas modelo. Desconozco si por ignorancia o por negligencia, algunos padres son conscientes de que están robando a sus hijos la niñez a que tienen derecho y se merecen. Están recortando su inocencia de manera culpable y detestable, como si los niños fueran un objeto para ser exhibido con intención de obtener sustanciosos beneficios económicos, a cambio de lograr en un futuro personas inmaduras, desprotegidas, vulnerables e inseguras.

Así es. Una de las formas más claras de explotar sobre todo a las niñas robándoles su niñez es presentándolas a concursos de belleza o dedicarlas a ser y servir de modelo para afamados modistas, estilistas, peluqueros, etc. No me estoy refiriendo a una simple sesión fotográfica o a un pase de modelos con ropa infantil para anunciar los avances de la moda estacional, sino a niñas que posan o que exhiben productos comerciales alejándose del límite de la sensatez. En estos casos, las niñas, de muy corta edad, son exhibidas maquilladas, con pestañas y uñas postizas, pelucas o peinados propios de mujer mayor, zapatos de tacón y lujosos vestidos, que son entrenadas para actuar con sus poses y movimientos como adultas en miniatura, para parecer sexys, misteriosas e interesantes. "Un regalo para los pedófilos", como bien dijo el diseñador Alexandro Palombo.

Es muy normal que todos los padres crean que sus hijas son las más bellas del mundo. Como también es normal que enaltezcan sus cualidades. Esa alabanza es normal; sin embargo, cuando los padres se empeñan en que sus princesitas participen como modelos para posar o exhibirse fotográficamente o, lo que es peor, en concursos de belleza, están sobrepasando los límites de la sensatez, ya que exponen a sus pequeñas hijas a situaciones para las que ellas no están preparadas psicológicamente, resultando inconcebible la falta de amor de esos padres a sus hijas al tratarlas como objetos sin concienciarse del daño que les están causando en conceptos tan frágiles y fútiles como la belleza física, que es algo tan efímero en la existencia humana. A esas edades las niñas crecen con la idea de que su cuerpo es un medio para ganar dinero pudiendo, ya de mayores, preocuparse tanto por la apariencia física, que puede llegar a desórdenes extremos que atenten contra su salud, como la anorexia, al estar pendientes de su cuerpo. Pero es que, además, hay que considerar también que en este mundillo de la belleza y de la moda no todas las niñas logran destacar, habiendo también perdedoras que desarrollan baja autoestima y sufren depresión.

A los hijos hay que procurar ofrecerles una infancia feliz, alejada del mundanal ruido de los adultos. Hay que dejarles que vivan su niñez plácidamente, porque tienen toda la vida por delante para ser o hacerles sentir mayores. No debemos olvidar que un/a niño/a necesita amor de sus padres: un amor que les dé confianza y seguridad para desarrollarse como personas sanas. Por eso, los padres deben reforzar la enseñanza de valores como respuesta al materialismo exagerado y demás falsas creencias de las fuentes de la felicidad.