Cuando alguien pregunta en una clase de niños y niñas quiénes saben dibujar, todos se apresuran y levantan la mano. Cuando haces la misma pregunta en un grupo de adultos, solo algunos lo hacen. Así empieza una de sus charlas José Miguel Sánchez. La que yo vi en TDEx la inicia justamente con esta pregunta a los asistentes. Y así es, algunas personas alzan la mano y otras no. ¿Por qué razón adultos que siendo niños se atrevían a dibujar, hoy sin embargo han dejado de ser dibujantes? ¿Por qué a medida que nos hacemos mayores vamos perdiendo capacidades que, sin duda, teníamos?

Sánchez está especializado en Psicología del Trabajo, es máster en Psicología del Deporte y ha escrito un libro titulado "Poderoso como un niño". No es un ensayo, o no tiene apariencia de ensayo, porque el autor ha preferido escribir un relato que acompaña de "claves" a la conclusión de cada capítulo. Cuenta en este libro la historia de un líder empresarial que lleva dirigiendo una compañía a lo largo de cinco años y lo ha hecho con éxito. Sin embargo, algo ha cambiado y los resultados empiezan a fallar. El entorno además no favorece nada porque el equipo que dirige, incluso él mismo, sufre un desgaste, un desencanto importante. Así que el protagonista se ve abocado a cambiar el modelo de gestión de su organización y a esto le ayuda una antigua amiga profesora de Universidad. No desvelo más de los entresijos.

A partir de aquí gira la propuesta que hace Sánchez y que basa en su propia experiencia trabajando durante más de 22 años como entrenador ("coach") ejecutivo con directivos y líderes en empresas multinacionales. Esta propuesta la resume con un concepto tomado de la tecnología, que es "resetearse", y lo aplica en el sentido de "apagar para volver a reconectar". Según José Miguel Sánchez, "llevado a la fisiología del cerebro, se trata de reconectar los circuitos neuronales que en su momento estuvieron conectados cuando éramos niños".

He dicho que no revelaré nada más de la trama, pero necesito señalar algo para desarrollar lo que quiero decir. La historia que presenta el libro parte de una conversación que el protagonista mantiene con uno de sus hijos menores de edad, y el niño le sugiere: "Mírame y cópiame cada día". Entre las muchas claves interesantes que el autor aporta, hay una afirmación definitiva, según creo: "Si nadie se la arrebata, los niños y las niñas tienen confianza en sí mismos desde el principio". Seguramente por eso todos levantan la mano y se lanzan a dibujar en cuanto se les brinda la ocasión. O se lanzan a lo que sea. Sin miedos. Sin prejuicios. Sin tener en cuenta lo que dirán los demás.

Sin hacer de menos al resto de las "claves" fundamentales que recoge el texto, esta es para mí esencial. Recuerdo cuando el año pasado un jovencísimo futbolista de la cantera del Tenerife llamado Ayoze deslumbraba con su juego resuelto y sus destellos de genialidad. Entonces, algunos periodistas trataban de describirlo afirmando que parecía "jugar en la cancha de su colegio o de su barrio". El chico se manejaba con esa frescura, esa naturalidad y ese arrojo propio de los niños y de las niñas. Me inclino a pensar que tenía la confianza, la suya propia, intacta.

En la vida que hemos inventado con sus corsés, con sus patrones, sus limitaciones, sus expectativas..., nos vamos dejando jirones de confianza propia. Creo que es ahí cuando empezamos a extraviar parte de ese "poder" infantil que otorga a las criaturas tanta libertad, y que Sánchez propone recuperar en la edad adulta.

Quizás esta propuesta de "resetearnos" sea como nacer de nuevo.

@rociocelisr cuentasconmipalabra.com