Es el adjetivo con que se me ocurre referirme al concierto de órgano que disfrutamos el sábado día 9 en el Auditorio de Tenerife Adán Martín. Esto ha tenido lugar en el décimo aniversario de la inauguración del órgano del Auditorio y no gracias al empeño de las autoridades culturales de nuestras administraciones, sino al de patrocinadores allende nuestros peñascos a través de Euro Vía Festival, que organiza conciertos en doce países europeos, y que son conocedores de nuestro grandioso instrumento. Mucho más de lo que nosotros, poseedores del mismo, alcanzamos a conocer.

Diez años han pasado desde que lo escuchamos por primera y única vez en toda la integridad de sus registros. Los pocos que asistimos a la audición, expresado esto en comparación con el aforo de la sala sinfónica, por el módico precio de diez euros la localidad, nos sentimos emocionados por el colosal sonido en interpretación de obras de Franz List, Johann Sebastián Bach y Jean Guillou. De este último, un personaje con una fuerza vital y creadora extraordinarias a sus 85 años de edad, escuchamos su obra "La Révolte des Orgues op. 69 para gran órgano, ocho positivos y percusión". Esto es, una obra compuesta para el órgano del Auditorio en toda su amplitud ejecutante, siendo él el intérprete principal en la consola central. Todo un espectáculo acústico y visual.

Han sido años de espera para disfrutar de este instrumento rey que nos cabe la fortuna de poseer y el desasosiego de su futuro. Un instrumento musical no puede estar tanto tiempo mudo, sin usar. Cualquier instrumento así tratado deviene en ruina. Tanto más este gigantesco compuesto de múltiples elementos. Después de esta última audición, la esperanza que me ocupa es la de poderlo escuchar al menos una vez al mes. Obras para órgano hay; supongo que organistas también. Y quisiera creer que hay público si hay programación y difusión de la misma, cosa esta última que me parece falló respecto del concierto citado.

El 21 de junio de 2014 me refería en esta columna a este instrumento rey y sus vicisitudes. No quisiera tener que incidir dentro de un año en los mismos "registros". Me gustaría escucharlo alguna que otra vez antes de que se me caigan más hojas del calendario y doña Parca me retire a criar malvas en algún recóndito lugar.

Quiero aprovechar a dar las gracias desde aquí a los artífices de que dispongamos de este órgano único en el mundo, aunque esta sociedad tinerfeña, chicharrera, no se entere ni haya querido enterarse. Principalmente a nuestra entusiasta, sensible y entrañable catedrática de Musicología Rosario Álvarez, impulsora de su instalación hace más de una década.