No se escandalicen. No recurran a la Real Academia Española (RAE) ni al inexistente defensor del lector de El Día. La hartura existe. Y el mal de hartura también. Les ahorro la visita a la imprescindible web del diccionario de la lengua española (www.rae.es) porque hartura viene de harto y, en su primera acepción, es sinónimo de hartazgo. Y ahora alguno se preguntará qué significa exactamente eso del hartazgo, pues según los académicos de la lengua es la "acción y efecto de hartar". ¿Y hartar? En su tercera acepción, "fastidiar, cansar". Fastidiar, esa palabra tan infantil que los adultos malhablados preferimos cambiar por otra con una jota sonora, es aquello de "enfadar, disgustar o ser molesto a alguien"; "ocasionar daño material o moral", o, simplemente, "causar asco o hastío". Cosas graves para una palabra tan ñoña.

Asco, esa "alteración del estómago causada por la repugnancia que se tiene a algo que incita a vómito", o, más pertinente en este caso, esa "impresión desagradable causada por algo que repugna". Hastío, esa bonita palabra que tan poco tiene que ver con el anhelado estío, significa disgusto, pero también tedio. ¿Y tedio? dícese del "aburrimiento extremo o estado de ánimo del que soporta algo o a alguien que no le interesa". O en su segunda acepción (otra palabra preciosa), "fuerte rechazo o desagrado que se siente por algo". O en su tercera, un preocupante y pesimista "gran pesar".

El pesar, ese "sentimiento o dolor interior que molesta y fatiga el ánimo"; o ese "dicho o hecho que causa sentimiento o disgusto", o ese "arrepentimiento o dolor de los pecados o de otra cosa mal hecha". La fatiga, esa "molestia, penalidad, sufrimiento".

El mal de hartura es todo eso y mucho más. Y está lleno de síntomas variables, que van de la cefalea al insomnio pasando por los ataques de ira, el síndrome de Tourette, la impotencia, la astenia o la depresión. El mal de hartura, que empieza por ser un asunto personal, pero amenaza con extenderse sin control en las familias, en los grupos de amigos, en la sociedad entera. El mal de hartura, eso que sientes irremediablemente cuando has perdido la ilusión por los ilusionistas.