Todos los vecinos que pudieron hablar con el acusado de matar a su propio hijo y a sus suegros en el núcleo de Piedra Hincada en 2013 aseguraron ayer que, tras salir de la vivienda familiar ensangrentado, reconoció que había asesinado a las víctimas y que así había cumplido la tarea que tenía pendiente. El caboverdiano José Antonio Gomes Soares también afirmó ser el autor de las muertes ante policías locales y la Policía Judicial de la Guardia Civil. Esa fue la principal conclusión de la jornada de ayer en el juicio.

Los ciudadanos que residen en la calle Basalto, en las inmediaciones de la vivienda de los hechos, oyeron claramente los gritos procedentes de la casa número 15. Al principio, no sabían de qué se trataba exactamente. Algunos apreciaron que primero gritó una mujer y después, por un tiempo más largo, un niño. Fueron gritos de angustia, miedo y terror.

Después hubo unos segundos de silencio. Y una vecina y un joven vecino acudieron a la casa de las víctimas a tocar el timbre para ver qué pasaba. Nadie abrió. Segundos más tarde, la luz de la escalera se encendió y por ella bajó tranquilamente José Antonio hasta llegar a la calle. Al primero que halló fue a un joven al que le dijo: "Ya los he matado" y "que si ya estábamos contentos". Después, se dirigió a la puerta de la casa de otra vecina, a la que dijo que "había un problema y ya lo solucionó". Y el acusado añadió, según dicha testigo: "¿Para qué quieres llamar a un médico, para qué quieres llamar a nadie?". La mujer bajó su cabeza para hacer una llamada y vio los pies ensangrentados de Gomes Soares, por lo que rápidamente se metió en su casa, cerró la puerta y llamó a la Policía Local.

Después, todos coinciden en que el acusado bajó por la calle en sentido descendente hacia la plaza. Allí se sentó y se fumó un cigarro.

Y poco después regresó a la puerta de la casa del suceso, en la que fue hallado por la patrulla de la Policía Local que lo detuvo.

Si hasta entonces había estado tranquilo, desde ese momento se puso tenso, no respondió a las órdenes de los agentes y estos tuvieron que pedir ayuda a uno o dos ciudadanos para poder reducirlo y ponerle los grilletes. Un agente subió a la casa y descubrió el primer cadáver. Desde ese momento se activó el protocolo de activación de la Policía Judicial de la Guardia Civil. Después de que le colocaron las esposas, el presunto autor de los asesinatos volvió a tranquilizarse. Un oficial de la Policía Local detectó, al llevarlo a los calabozos, que le salía sangre y que tenía una herida cortante en una mano. Perdió tanta sangre que, más de dos horas después del suceso, un miembro de la Policía Judicial de la Guardia Civil lo halló dormido y aturdido. Ante la cantidad de sangre que había a su alrededor, decidió parar la instrucción de las diligencias y llamar a una ambulancia. Fue trasladado al centro de salud, a Hospiten Sur y a La Candelaria. A uno de los guardias civiles le manifestó que la citada herida se la había hecho él mismo. Sin embargo, las acusaciones tienen otra versión y la defensa estima que "se la produjo al quitarle al suegro el cuchillo".

No tenía síntomas de estar borracho

Una hora y media después de los hechos, y por orden de la jueza que instruyó el caso y del sargento de la Policía Judicial de la Guardia Civil, un agente municipal procedió a realizarle la prueba de alcoholemia a José Antonio Gomes Soares. Esta arrojó 0,67 miligramos de alcohol por litro de aire espirado. A pesar de ese resultado, el funcionario policial que le hizo la prueba manifestó a las partes personadas en el juicio con Tribunal de Jurado que José Antonio Gomes Soares no presentaba "sintomatología" propia de una persona que está bajo la fuerte influencia de las bebidas alcohólicas, puesto que no se tambaleaba, ni tenía los ojos rojos, ni se expresaba de manera "pastosa". Según el camarero de uno de los bares a los que supuestamente acudió el acusado, el padre y yerno de los fallecidos se tomó, en primer lugar, un cortado y dos copas de coñac, después. No era habitual de dicho establecimiento. De hecho, el personal únicamente lo atendía cuando le compraba papas a su hijo o tomándose algún cortado. Hasta ese día nunca lo vieron tomar alcohol. Y, además, en una ocasión le dijo al camarero que no le gustaba ver los partidos de fútbol en los bares, porque no podía soportar las discusiones entre aficionados de los dos equipos. El día de los hechos, el citado camarero y el procesado hablaron un largo rato de fútbol. Y Gomes Soares llegó a plantear la posibilidad de crear un equipo de fútbol sala para los niños que residen en Piedra Hincada. Un oficial de la Policía Local le preguntó qué había hecho y la respuesta del procesado fue que "estaba en un sillón, su suegro le dijo algo y el mató a todos" los miembros de la familia que se hallaban en ese momento en la vivienda. Siempre mostró una actitud tranquila y de alivio por haber cumplido una tarea pendiente.

Una extraña y larga conversación

En la jornada de ayer del juicio que se desarrolla en la Sección VI de la Audiencia Provincial declaró una amiga y compañera de trabajo de la hija y madre de los asesinados. El testimonio de esta mujer se salió de los testimonios coincidentes de vecinos y agentes de las fuerzas de seguridad. Esta persona afirmó que, el viernes anterior a la tragedia, el acusado por primera vez mantuvo una conversación larga con ella. Le aseguró que quería mucho a sus suegros y a su hijo. Sobre los padres de su pareja, comentó que "eran unos pesados, pero que eran buenos y él era el menos indicado para hablar mal de ellos, porque le habían dado todo". La mujer se quedó tan sorprendida por el carácter de la conversación que se lo dijo a su marido.

Lo vio dos o tres veces escondido para espiarla

La compañera de trabajo de la esposa del acusado afirmó que en dos o tres ocasiones sorprendió a José Antonio Gomes Soares escondido para ver qué hacía su mujer cuando estaba en la tienda. Para eso, el caboverdiano se escondía bajo palmeras o matorrales. La testigo señala que gracias a ella la hija y madre de las víctimas encontró un trabajo. En la última etapa, vio muy desmejorada a la mujer del ahora procesado, estaba delgada y con ojeras, cuando siempre había sido una persona "llenita".

Era una mujer muy reservada

La amiga de una de las víctimas indirectas del trágico suceso comentó que "era una persona muy reservada" y que nunca contaba aspectos íntimos de su vida. Y eso a pesar de que se conocían desde hacía 14 años. A pesar de ello, la mencionada testigo recordó que, dos años antes de la tragedia, la afectada le aseguró que "ya no aguantaba más y que quería acabar con la relación". La compañera de trabajo comentó ayer que cree que esa afirmación se le escapó, porque no era normal en ella. En cualquier caso, en la última etapa antes de los hechos, "no la veía feliz".

"Era un hombre receloso y controlador"

La empleada de la tienda señaló que, en una ocasión, le preguntó a su compañera de trabajo que veía muy delgado a Gomes Soares y la mujer le respondió que "estaba medio depresivo". Sobre su opinión acerca del acusado, manifestó que está convencida de que "es un hombre receloso y controlador". El juicio continuará hoy con la declaración de diferentes peritos.