El Sporting de Gijón demostró la enorme diferencia entre un equipo bien construido (aunque se cimente sobre la cantera y no sobre los fichajes), con un plan definido, mucha calidad y una explosividad capaz de reventar cualquier partido; y otro estructuralmente descompensado y al que le cuesta un mundo completar una idea (sea la que sea) futbolística. En definitiva, ganó al Tenerife por dos a cero porque es mejor, mucho mejor. De hecho, debería servir como ejemplo para el futuro. Aunque parece algo cansado, el conjunto que dirige Abelardo lo intenta una y otra vez hasta que se pone por delante. Maneja bien el balón, con Nacho Cases como brújula, y explota sus alas donde Hugo Fraile y Jony son vertiginosos. Si a eso se añade la presencia de un tercer extremo, Isma López, disfrazado de lateral, se tiene la clave del funcionamiento local. Así desarboló al rival, que bastante hizo con contener durante 45 minutos las embestidas rojiblancas. Fue precisamente el mencionado Isma, el que quebró la numantina zaga tinerfeña al borde del descanso. Pero hay una película que contar hasta entonces desde la otra orilla. Porque hay quien puede pensar que no se puede cambiar tanto en cuatro días con diez de los once futbolistas que "rompieron" la resistencia del Sabadell en 45 minutos. Pero se olvidan de una variante: el rival. Y es que el Sporting de Gijón no es lo mismo que un casi descendido a Segunda B. Se trata de un equipo explosivo, contra el que hay que replegarse y cerrar espacios si no tienes la capacidad, como es el caso, de disputarle la posesión de la pelota. Y así planteó el partido Raúl Agné. Con una pega: cuando tenía el balón fue incapaz de crear peligro. Y no es que la ausencia de Suso pesara, que seguro que se notó, pero lo cierto es que Omar Perdomo cumplió en su estreno como titular. La realidad es que no le llegaron demasiados balones, que la banda izquierda no existió en ataque y que Maxi e Ifrán pelearon solos contra el mundo y con pelotazos difíciles de ganar. En esta tesitura, todos los disparos a portería antes del descanso fueron de los locales. Carlos Castro (11'' y 34''), Hugo Fraile (15''), Sergio Álvarez (19''), Bernardo (31'') y Jony (44'') lo intentaron antes de una perfecta diagonal de Isma López, que adelantó al Sporting (45'').La situación obligó a Agné a improvisar un plan B. Para empezar, se retiró Maxi Pérez para que entrara Juan Carlos Real. No se sabe muy bien si el cambio fue forzado (el argentino se marchó cojeando de El Molinón) o fue una decisión técnica, pero el caso es que sirvió para que se viera otra cosa. Con Real en el campo, apareció el juego entre líneas. Se soltó algo el Tenerife, que realizó sus primeros disparos a portería. Cristo Martín (51'') e Ifrán (59'') lo intentaron sin éxito ni claridad. Pero la sensación ya era otra porque los insulares presionaban 20 metros más arriba. Claro, la otra cara del asunto era el riesgo del contragolpe asturiano. El primer susto lo dio Carlos Castro, que recibió un buen pase de Cases pero no acertó con la portería (61''). Curiosamente, fue una pérdida en la salida lo que condenó a los visitantes. Un robo a Vitolo volvió a situar en la frontal del área a Cases, con el horizonte descubierto para asistir a Castro, que esta vez no perdonó (64''). El partido respondió claramente a lo que se esperaba desde entonces. Perdió fuelle el Tenerife, pero lo hizo poco a poco. Mientras le duraron las fuerzas se agarró a Omar Perdomo, el mejor de los suyos en su debut como titular. En no pocas acciones hizo sufrir a Isma y, en la mejor acción de la contienda, dejó a dos rivales sentados y disparó al poste izquierdo (69''). Las fuerzas abandonaron al grancanario y los cambios de Agné tampoco ayudaron. Abdón Prats entró por Ifrán, que jugó con fiebre. Y Ricardo por Vitolo. El objetivo era proteger al segundo de la quinta amarilla, de la que sigue escapándose jornada tras jornada de forma magistral. El caso es que solo quedaba esperar a que el tiempo pasara. Guerrero disparó alto en el único acercamiento real con peligro del bando sportinguista en ese tramo final de 20 minutos. Abelardo hizo sus cambios pensando también en el cansancio y el ritmo descendió del todo. Mientras las gradas festejaban la victoria, en las filas tinerfeñas ya se hacían cuentas. El Racing había ganado en Soria. Toca volver a remar.