Suponen una excepción en el habitual panorama de desprecio y deterioro del patrimonio de Santa Cruz. Y desde la esfera de lo privado, lo cual le da aún más mérito. Una franquicia multinacional de ropa y moda, Mango, ha sabido conservar en su sede, ubicada en la confluencia de las calles Castillo y Valentín Sanz, tres azulejos de cerámica de finales del siglo XIX que recuerdan la publicidad de antaño con una estética moderna. Es posible combinar ambas cosas.

La fachada de la tienda que da a la antigua calle del Norte es la que conserva los mosaicos, vestigio del rico y poco valorado pasado de la capital tinerfeña.

Donde hoy está la tienda, en el número 29 de Castillo, tenía su sede el bazar, droguería, perfumería... -un poco de todo- de Asensio Ayala, lugar emblemático del antiguo Santa Cruz. El edificio fue construido en los años treinta del pasado siglo y originalmente tenía cuatro paneles publicitarios.

De los tres que se conservan, el primero está dedicado al bazar y se anuncian, bajo las imágenes de un soldadito de plomo y un coche de juguete, tanto artículos de regalo como cristalería, porcelana y juguetes. En el segundo, dedicado a la perfumería, se habla de lociones, jabones y elixires.

El más interesante es el tercero, donde se publicita la famosa Emulsión Scott, aceite de hígado de bacalao, que en esos años se consideraba una especie de panacea universal con virtudes para combatir enfermedades como la tuberculosis, el raquitismo, la neumonía o la difteria. El brebaje se anuncia como una mezcla "de huesos, sangre, pulmones y nervios, indispensable a los niños, conveniente a toda edad". Pobres.

El mosaico presenta a un pescador del norte de Europa que carga a sus espaldas un gran bacalao. Como anécdota, esta figura del pescador con su presa fue aprovechada por el polifacético artista Diego Crosa, el popular Crosita, como motivo para disfrazarse unos carnavales de principios del siglo XX.