Escribir al filo del cierre de la edición, cuando no se dispone siquiera de todos los resultados electorales, suele convertirse en un ejercicio de sumar frases hechas sobre la democracia y el pueblo a lugares comunes acerca del funcionamiento de la política: el pueblo ha hablado, la nación se ha pronunciado, en fin, todas esas cosas. Pero lo que realmente ha ocurrido es que millones de ciudadanos, de forma individual y secreta, han dicho lo que quiere cada uno de ellos. Nadie se ha pronunciado por un determinado acuerdo o pacto, porque ninguno de los partidos –en este país tan alejado de las costumbres de la democracia avanzada– ha adelantado con quién quería pactar. Todos iban a ganar. Y a juzgar por las declaraciones de anoche, ganaron todos.

Pero los acuerdos políticos para hilvanar mayorías son otro asunto, que corresponde ahora a los profesionales de la política. No es el pueblo quien indica qué pacto quiere, sino los políticos quienes interpretan la matemática que los hará posibles. En ese sentido, y a pesar de la irrupción de los partidos emergentes (espectacular estreno de Podemos), el tripartidismo característico de la política canaria ha aguantado el embate y define un futuro político en el que los acuerdos seguirán pasando necesariamente por Coalición Canaria, que ha ganado estas elecciones regionales después de perderlas dos veces, con Paulino Rivero al frente. No hay pues –al menos por obligación– actores nuevos en el horizonte del próximo Gobierno regional, porque las mayorías se sostienen sumando a los partidos tradicionales. Fernando Clavijo ha ganado las elecciones y será Clavijo quien elija cómo gobierna y con qué partido.

Aún así, lo más significativo del futuro es que Canarias pasa a funcionar –a partir de ahora– con un modelo político diferente al del resto del país. El bipartidismo nacional –después de la caída en barrena del PP y la modesta recuperación del PSOE– pasa a ser dependiente: los dos grandes partidos precisarán a partir de ahora y en el futuro apoyos de las fuerzas emergentes para poder gobernar, dado que en España la posibilidad de una gran coalición entre socialistas y populares no parece asomar por el horizonte. En Canarias, sin embargo, el juego del poder y los pactos regionales siguen siendo un juego de partidos tradicionales, un juego al que no están invitados a la fuerza los nuevos. Estos solo jugarán en las ligas menores –a veces tan disputadas como la liga regional– en cabildos y ayuntamientos. Aunque –en Canarias– esos pactos menores son a veces la clave del Gobierno regional. Esta vez, por ejemplo, el pacto de Gobierno tendrá mucho, pero mucho que ver, con el pacto en el Cabildo de La Palma.