Nunca llueve a gusto de todos. El gran tsunami del cambio, el fin del bipartidismo y el apocalipsis de la casta se quedó en un meneo de muchísimo cuidado que ha dejado tocados pero no hundidos a los grandes partidos que han protagonizado la política nacional. La sangre llegó al río, pero no han muerto desangrados.

La pregunta es quién formará gobiernos ahora, y hay sitios donde la cosa está mucho más clara que en otros. Coalición en Tenerife ha sufrido importantes daños electorales en municipios como La Laguna y Arona, pero han aguantado. Carlos Alonso ha salvado el Cabildo y Clavijo resistió en el número de escaños por la isla. El PSOE ha sacado unos resultados tan buenos que los primeros sorprendidos han sido ellos mismos. Sobre todo en La Palma, una anomalía conflictiva en los últimos cuatro años que han terminado ganando los socialistas "díscolos" que volvieron al redil a última hora.

El gran derrotado en las islas ha sido el PP. En términos generales han sufrido el voto de castigo que todo el mundo -todo el mundo menos ellos- sabía que les iba a tocar recibir por el desgaste de un Gobierno que ha protagonizado dolorosas políticas de ajuste agravadas por una penosa política de comunicación. De incomunicación, en ciertos casos. Además, la expulsión de las listas al Cabildo de Gran Canaria de José Miguel Bravo de Laguna, que constituyó su propia plataforma electoral, ha sido otro grave desacierto que ha laminado los resultados del PP en su feudo tradicional.

No ha sido el único error. La decisión de la ejecutiva federal del PSOE -animada, estimulada e incentivada por parte de los socialistas canarios- de echar de las listas a Casimiro Curbelo, en La Gomera, les ha deparado a los socialistas una amarga visión. Si Curbelo no hubiera presentado la Agrupación Socialista Gomera -que ganó elCabildo y arrasó con tres diputados al Parlamento-, probablemente el PSOE tendría en el Parlamento de Canarias los mismos escaños que CC, pero con más votos, con lo que podría reclamar la presidencia de la Comunidad. Una oportunidad dolorosamente perdida por los viejos demonios familiares de las islas menores.

A Podemos, como dijo aquel asesor de Clinton, habría que decirles "son los ayuntamientos, estúpido". Han pasado de puntillas por el reparto del poder municipal de una forma que, a la vista de sus resultados en Cabildos y Parlamento, parece un absoluto desperdicio. La virginidad política que querían mantener incólume hasta las generales van a perderla forzosamente en las próximas semanas. Quieran o no, tanto Podemos como Ciudadanos tendrán que mojarse las canillas en las procelosas aguas de la política mediática. Entren o no entren en pactos de gobierno, a partir de ahora están en el circo y los inclementes focos de los medios estarán sobre ellos para bien o para mal.

El pueblo soberano ha escrito un complicado guión y ahora empieza el espectáculo. Menos el PP, que ha perdido, casi todo el mundo puede presumir de haber ganado algo. Pero ¿saben qué? A veces, en política, también se puede morir de éxito. Alguna muerte veremos en los próximos días. Al tiempo.