Cuando Miriam se despertó de inmediato sospechó que la habían violado. Sus recuerdos eran confusos. Los análisis no le detectaron ningún rastro de droga de sumisión, pero Mohamed se gravó con ella manteniendo relaciones sexuales.

El acusado fue absuelto de agresión sexual. Los jueces no encontraron pruebas de que hubiera forzado a la mujer. Y el supuesto violador, con una docena de antecedentes, quedó sin culpa.

Así es un caso judicial habitual en torno a la "leyenda" de la burundanga, un droga de sumisión que anula la voluntad de las víctimas, que las convierte poco menos que en zombies dispuestos a seguir la voz de su amo. Pero hay muchos médicos en España que rechazan que su incidencia sea real y lo consideran una ficción.

No es el caso del toxicólogo forense Emilio Mencías, del Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses (INTCF).

"Se habla de la burundanga como un mito, pero existir existe", explica a el experto, que reconoce que pueden darse casos habituales, aunque difíciles de demostrar. Y no hay estadísticas sobre su incidencia judicial en España.

"Es un mito analítico porque no lo detectamos en un porcentaje muy alto de casos, pero se está produciendo", asevera Mencías.

Dicen que no hay forma de detectar la burundanga si no se actúa rápido y se realizan análisis de sangre en las primeras horas después de la agresión. Pero la realidad es otra: sí hay forma de "cazar" a la burundanga y muchos meses después del delito.

No tiene ni olor, ni color, ni sabor y puede administrarse tanto por vía oral como cutánea y tarda cinco minutos en hacer efecto.

Parece que puede surtir efectos pasando las páginas de un periódico, con un abrazo, en unos besos, un pañuelo, un soplido o una bebida.

Administrada en dosis adecuadas, reduce la voluntad de la persona, que pierde la memoria de ese periodo de tiempo cuando desaparecen sus efectos, por eso se utiliza para cometer delitos sexuales, pero también para cometer robos y otros delitos.

Pero la burundanga tiene su talón de Aquiles. "En el cabello se puede encontrar la huella de la sustancia, aunque sea seis meses después", explica el toxicólogo forense Emilio Mencías.

"Tan largo como sea el pelo, que crece un centímetro al mes, puede ser analizado, desde su origen hasta su extremo".

Pero estas pruebas solo se pueden realizar en centros especializados como el INTCF (Toxicología) y no en los hospitales. Y los jueces no suelen pedirla.