Tiene identificado cada uno de los excesos que le ha "robado" a una vida a la que no le piensa pedir propina. "No tengo ninguna curiosidad por averiguar lo que viene después", cuenta en una conversación telefónica antes de subirse al escenario del teatro Anayansi de Panamá. La voz de Joaquín Sabina (1949) suena igual de deformada que en los discos, pero sus frases mantienen calientes las brasas de una entrevista en la que habla de la ruptura del bipartidismo, de su Atlético de Madrid, de su relación con el público, de la buena sintonía que tiene con Canarias, de sus miedos... "A lo único que le temo es al deterioro; a no poder moverme y tener que depender de otra gente. Eso sí me da bastante respeto, casi miedo", desvela el compositor, cantante y poeta que el 13 de junio desembarcará en el campo de fútbol de Adeje (20:00 horas) con la gira "500 noches para una crisis". El hombre del bombín, de los versos acatarrados, de apariencia bohemia y rictus agrio comparte con El Día unas reflexiones que nacen en clave electoral.

¿No teme que estos aires de cambio transformen sus canciones en piezas de museo?

¿Sabe lo que ocurre? Que yo siempre he estado muy a favor de los cambios; de estos pequeños terremotos que agitan a la ciudadanía. Ya llevábamos unos cuantos años en los que daba la sensación de que la gente estaba anestesiada o dormida... El pasado domingo se produjo un vuelquecito interesante, pero hace falta algo más. Sobre todo, porque despertar conciencias, sea lo que sea lo que venga detrás, siempre me ha parecido algo muy interesante.

¿Cómo son los latidos de un creador cuando las "vacas gordas" han pasado a mejor vida?

Los periodos de crisis, que son muy malos para el bolsillo de la gente honrada, son tremendamente ricos para la imaginación de los creadores. No tengo quejas de cómo me han ido las cosas desde esa perspectiva cuando la gente lo ha estado pasado muy jodido.

Pero eso en muchas ocasiones magnifica el dolor y la desesperación de la gente, ¿no?

Alguien tiene que hacer ese trabajo; que por cierto es una labor a la que no renuncio porque las canciones dolorosas siempre son las más hermosas.

¿Cómo están sus niveles de ilusión seis décadas y media después de tomar partido por el mundo de la cultura?

Digamos que el nivel de entusiasmo por determinadas cosas ha bajado. A veces también se reduce el nivel de inspiración y mi vida se hace más doméstica y no tan disparatada como hace 20 años, pero este reposo sirve para ver las cosas de otra manera. Iba a decir sabiduría, pero no... La sabiduría es algo que a mí me queda bastante ancho; no me considero un sabio... Si amas la vida y te levantas cada día feliz por seguir vivo eso acaba siendo una buena fuente de inspiración.

¿Esa inspiración innata o forzada hay que "regarla" con unas buenas sesiones de lectura?

La única sensación que es incapaz de transmitir un libro es la soledad. La lectura es capaz de matar ese sentimiento. Los días que me paso en los aeropuertos con mis músicos, esos días en los que tengo la impresión de que los aviones se han dormido, soy muy feliz si entre mis manos tengo un buen libro. Todo eso sirve para alimentar el alma porque se pueden aprender cosas tanto de las vidas escritas hace dos siglos como de los amigos con los que te tomas una copa.

¿Joaquín Sabina se considera un personaje de novela?

De entrada no me considero un personaje; lo que sucede es que yo de niño, de adolescente o ya con 20 años jamás tuve una hoja de ruta. En mis planes entonces no estaba tener cierta popularidad, subirme a los escenarios o viajar por Latinoamérica... Nada de eso soñé, y como no lo soñé, ni lo ambicioné , ni lo deseé, todo esto lo vivo como si le estuviera pasando a otro. Ese sí que es un auténtico personaje de novela, no yo.

¿En alguno de sus viajes de ida y vuelta manejó la posibilidad de alejarse definitivamente de su vida más pública?

Siempre es difícil volver porque yo no soy uno de esos que no pueden vivir sin el escenario. Cuando estoy un año o dos sin tocar ni me acuerdo del escenario, pero cuando regresas y te encuentras con una gira tan compartible y feliz como lo está siendo esta la pregunta que me hago es: ¿por qué no volví antes? Cada noche es mágica; cada lugar tiene una capacidad de seducción que atrapa mi curiosidad. Eso es lo que tienen las canciones; que viajan más rápido que uno y se enganchan a los corazones de gente que está a miles de kilómetros de ti y que, sobre todo, no conoces. Ese es un misterio que no es fácil de contar. Este oficio tiene algo milagroso, si no consigues disfrutarlo es que eres un marciano.

¿Y cómo está su corazón?

El mío se ha acostumbrado a vivir la vida lo más intensamente que pueda, sin creerse nada y sin esperar nada... Disfruto mucho de las pequeñas cosas; de esa tertulia con los amigos que surgen a traición pero que suelen ser las más interesantes. Una cenita con un buen vino y una guitarra cerca pueden ser unos ingredientes peligrosos cuando en medio está la amistad y la sinceridad. Los viajes, los hoteles anónimos, los sabores de los sitios a los que voy... Esas son experiencias que mi corazón disfruta como un chiquillo inquieto que no desiste tras el primer coscorrón. Los dioses paganos me han regalado una vida que nunca esperé.

Con la cantidad de recuerdos que debe llevar en sus maletas es fácil que en cada aeropuerto le hagan pagar exceso de equipaje.

Ja, ja, ja...¿Maestro? Es verdad que mientras cantas en un país tan raro como Panamá por la cabeza desfila toda mi vida... El instante en el que escribiste una canción, lo que ocurrió antes y después, qué chica lo inspiró. En fin, la vida de un músico está llena de recovecos a los que no siempre logra llegar la memoria.

¿En su memoria también hay días en los que la oscuridad amenazó con quedarse para siempre?

No estoy seguro de que las experiencias traumáticas o casi terminales sirvan para extraer buenas vivencias. Hace mucho tiempo que me considero amortizado. Sobre todo, porque de joven estaba convencido de que iba a vivir unos 40 años. Los adultos no me gustaban nada y, por lo tanto, no me apetecía convertirme en uno de ellos. Sobrevivir a un ictus, a una depresión, a varios abandonos de mujeres y a muchas más cosas me ha convertido en un descreído.

¿Cómo quiere que le recuerden?

Yo no quiero que me recuerden; quiero que me abracen. Todo lo que tenga que disfrutar que sea en esta vida porque no tengo ninguna curiosidad por averiguar qué viene después... A lo único que le temo es al deterioro; a no moverme y tener que depender de otra gente. Eso sí me da bastante respeto, casi miedo... He tenido una vida sin estrategias, sin orden y envuelta por un caos que yo me inventé.

Antes dijo que no necesitaba los escenarios; ¿y al público?

Eso tiene un punto de magia inexplicable. Cuando seis mil personas cantan enterita "Y sin embargo" algo se mueve aquí dentro. Yo no soy nada, pero las canciones, las mías y las de otros músicos, tienen una fuerza invisible que no está en las novelas ni en la poesía. Ahí hay otras cosas que no están en las canciones, pero no esto.

"El ADN del atlético es el de sufridor"

Sobre la posibilidad de que alguna canción que toca de lleno la filosofía del Atlético de Madrid, su club del alma, pudiera ser descatalogada por las últimas conquistas del equipo que entrena Simeone, Sabina dice que "ya empezaba a aburrirme de ganar tantos títulos. El ADN del atlético es el de sufridor y uno no se acostumbra a tantas alegrías", ironiza el músico.

"Nunca pregunté a mi discográfica cuántas copias vendí"

Joaquín Sabina, que asegura tener un baúl lleno de letras, de ideas y de proyectos, confiesa que "a mí nunca me gustó grabar un disco, lo que yo quería era cantar las canciones que escribía. Por eso nunca pregunté a mi discográfica cuántas copias vendí. Eso es algo que nunca he necesitado para comer e invitar a una copa a un amigo, pero eso no me impide denunciar que hay mucha gente a la que la piratería le está robando el pan de sus bocas".

"Este maldito gobierno odia ferozmente a la cultura"

Sobre si existe un oportunismo electoral ante la posible rebaja del IVA cultural, el músico se limita a decir: "No sé si lo harán o no, pero este maldito gobierno odia ferozmente a la cultura".

La misteriosa chica del bar era de Lanzarote

Joaquín Sabina reveló hace poco que la misteriosa chica a la que dedicó la canción "Y nos dieron las diez" era de Lanzarote. Sin querer que el artista jienense diera todos los detalles de aquella inspiración, intentamos sin éxito ampliar la información. "Eso se queda ahí", acota con una sonrisa traviesa. "En serio, pero si no sé ni

cómo se llamaba... Ella es la representante de esas chicas que están en el bar que te abren a las dos de la mañana cuando acabas de ofrecer un concierto en una ciudad cualquiera. Mi única intención como músico era dar un homenaje a todas las mujeres que nos acompañaron esas madrugadas en las que se abría un bar para que los artistas tomáramos un whisky y fuéramos felices", recuerda sin alargarse mucho más el autor de "Hotel, dulce hotel", un álbum que nació en Canarias. "Componer en El Hierro fue como vivir en la cara oculta de la Luna: un paraíso virgen. Esa isla me proporcionó una fantástica soledad en medio de la naturaleza. Allí no hay mucho que hacer más que escribir unas cuantas canciones y disfrutar de su hermosa quietud", afirma el letrista antes de abrir una tercera vía archipielágica. "Desconozco las razones comerciales por las que no he ido más a Canarias, pero esta vez me empeñé en ir sí o sí en cuanto acabara la gira americana", precisa Sabina.