Son dos conceptos antitéticos incluidos dentro del espacio teórico-práctico del nacionalismo y que nada tienen que ver con los que circulan por el escenario del antinacionalismo. Son dos formas de entender la política, sobre todo cuando esta descansa en la cuestión territorial, en la que ambos la tratan de diferente manera.

Los nacionalistas nacen y desarrollan porque su frontera física y cultural se desvirtúa por los que desde otro territorio, al que consideran indivisible y omnímodo, no permiten trato político alguno más allá de lo que ellos dictan. Los nacionalistas canarios nos vemos obligados a la defensa en todas las aristas de su poliedro para que Canarias sea un territorio que obtenga la dignidad de nación, la titularidad de Estado.

Los antinacionalistas son diametralmente opuestos a esta ideología. Desde el poder central se nos mira como los desheredados del mundo y que gracias a sus ayudas y suministros esta tierra sobrevive. Y no se cansan de decir que sin su sempiterna protección Canarias navegaría sin rumbo y a la deriva.

Los nacionalistas caminamos o debemos hacerlo por un lado y los antinacionalistas por otro. Los nacionalistas no se devanan los sesos, teniendo claro que lo que define al nacionalismo es la construcción nacional de Canarias. Salirse de ahí es una zarandaja pseudoideológica, un fuera de tono alejado del contexto.

Los nacionalistas, el nacionalismo, como nos alumbra Alain Touraine, es un "actor no moderno que crea modernidad". El nacionalismo circula por el planeta como la ideología dominante. Sin el nacionalismo las naciones, entre ellas España, no hubiesen podido constituirse como tal. Enemigos innumerables a lo largo de su historia lucharon para impedirlo. Pero lo logró.

Canarias también tiene enemigos innumerables que camuflados entorpecen al nacionalismo desde actuaciones políticas y económicas con las cantinelas de siempre, diciendo lo pobrecitos que somos y lo aplatanados que parecemos. No es ni más ni menos que el tufillo de prepotencia soportado secularmente.

El nacionalismo es universal y su frontera es el mundo en toda su extensión. Sabemos lo que queremos para Canarias y, por el contrario, los antinacionalistas se desdibujan en confusiones ideológicas y lo que les anima es la pretensión, eso sí, soterrada, de derrotar una identidad y un posicionamiento político que molesta, del que que se aprovechan desde el convencimiento de nuestra hipotética debilidad para el mangoneo y contubernio.

Los nacionalistas dejan atrás la isla, conciben a Canarias como un todo. Los antinacionalistas se refugian en ella como dispositivo de poder personal. Los nacionalitas no tenemos prisa, mas que la necesaria, los antinacionalistas sí que la tienen para frenar los deseos de un pueblo, por lo que ahora más que nunca hay que estar alerta a nuevas e imprevisibles situaciones, tanto desde dentro como desde afuera.