Más humildad, Pedro. Lo dice Pablo Iglesias inaugurando el nuevo tuteo político español. Y se lo dice a Pedro Sánchez, el secretario general del PSOE porque lo está viendo un poco crecido tras los resultados de las elecciones.

Las municipales han sido muy malas para los socialistas. De hecho han sido las peores desde 1979 como bien les recuerdan desde Podemos. Pero han sido mucho mejores de lo que se esperaban. El socialismo español está percibiendo que la sociedad reacciona a su esfuerzo de renovación ética y estética. Y además han decidido que no se van a desplazar de la socialdemocracia, en la que pueden captar a una gran mayoría de los ciudadanos.

Pablo Iglesias tiene una humildad utilitaria. Una modestia práctica. Lleva camisas que compra en Carrefour y tiene aspecto de tipo sencillo. Pero eso no le impidió colocar su rostro en la papeletas de las elecciones europeas, que es como ganar el primer premio del "Mira quien baila" del culto a la vanidad. Pero es que Pablo, además de humildad, aprendió de Engels que a las masas hay que educarlas. Y como ya no hay revoluciones violentas para acabar con el Estado burgués, se trata de enseñar en la papeleta la cara del chico bueno de las tertulias de la tele. Para que la gente sepa a quién -no a qué- está votando. Por eso le dice Pablo a Pedro que hay que ser más humilde. Sabe de lo que habla.

Los nuevos líderes están cambiando las reglas del juego. Desde hace algunos años la política española dejó de ser útil para los ciudadanos. Y dejó de ser prestigiosa y respetada. La mediocridad se enseñoreó de lo público para dar paso luego al fango y la basura. Hacía falta un meneo. Los que asaltan ahora las murallas del poder traen el aire fresco de viejos discursos. Son ideas que ya fueron probadas con fracaso, pero que ardieron en almas generosas y grandes. Estar apasionadamente equivocado a veces es mejor que estar cínicamente en lo cierto. Ada Colau, la casi alcaldesa de Barcelona, ha dicho algo espléndido: "Si hay que desobedecer leyes que nos parezcan injustas, se desobedecen".

No podría estar más de acuerdo. Hay leyes injustas e impuestos injustos que no deben ser ni obedecidas ni pagados. La cosa es que el Estado, ese conjunto de instituciones que forman la estructura de las administraciones públicas, funciona por la fuerza de la coacción. Si no obedeces las leyes, te crujen. Si no pagas los impuestos, te embargan. Ante tal adversidad da mucha esperanza que una futura alcaldesa diga que hay leyes que no se deben obedecer.

La violencia era para Lenin, un tipo humilde, como Pablo, la partera de toda vieja sociedad que lleva en sus entrañas otra nueva. Pero los Estados burgueses se reservan los medios para ejercer la violencia (tipos de uniforme que son los que van armados, básicamente). Así que la manera más segura de cargarse el invento salvando el pellejo es elegir alcaldes y gobernantes que se pasen las leyes por el forro del escroto. Este país cada día me gusta más.