No el artículo indeterminado, sino el determinado, ya que la exposición de Marian Heyerdahl que se exhibe en la Fundación de CajaCanarias merece sin duda alguna ese calificativo.

Desde hace mucho tiempo, cuando llegó a mi conocimiento información sobre los miles de guerreros de terracota del emperador Qin Shi, la historia me sedujo. Que un emperador chino se preocupase por su futuro en la "otra vida", que ordenase la "fabricación" de esas figuras de guerreros que cuidasen de él, que dejase a un lado el sufrimiento de su pueblo para complacerlo, resulta por lo menos una epopeya. Las excavaciones realizadas hasta ahora -aún hay zonas que no han salido a la luz- han descubierto las figuras de unos 8.500 guerreros, todos distintos en sus indumentarias y rostros, algo lógico si se tiene en cuenta que fueron realizados por innumerables artesanos que confirieron a su trabajo sus particulares puntos de vista. Recibirían, se supone, una orientación sobre cómo tendrían que llevar a cabo su obra, y aunque hubiese contacto entre ellos cada uno imprimiría a sus figuras los rasgos que quisiesen: el rostro humano, somos todos conscientes de ello, ofrece infinitas posibilidades para definirlo.

Pero no solo la confección de estas figuras debió ser una tarea de titanes: hay que considerar también su traslado al lugar designado por el emperador para ubicarlas. Miden 1,80 m, tienen un considerable peso y fueron colocadas en los fosos con matemática exactitud; como si fuera un verdadero ejército formado para emprender una batalla, pues de defender a su emperador se trataba. La casualidad hizo que el año 1974 un pastor descubriese esa señal cultural que no desdice nada de muchas otras que, como ella, comparten el honroso título otorgado por la Unesco de Bien de la Humanidad.

Tras este largo preámbulo llego a "la exposición". Marian Heyerdahl, hija del tan recordado en la isla Thor Heyerdahl, debió de tener un soplo divino cuando se le ocurrió emular la obra del emperador chino, no para gloria suya, sino para enaltecer el papel que, sin duda alguna, tuvo que tener la mujer en la confección de las figuras. Como se dice en el folleto que presenta la exposición, "rinde tributo al sufrimiento de las víctimas inocentes que, en este arranque del milenio, aún siguen padeciendo el precio más alto de la injusticia y la barbarie que rodea a toda guerra. Por ello, la mujer de Terracota deja el testigo de su dolor en nuestras manos, para que aprendamos a recorrer nuevamente los intrincados caminos de la paz".

Supongo que habrá sido el recuerdo de su padre y su vinculación con Tenerife lo que habrá decidido a la señora Heyerdahl a decantarse por nuestra isla llegada la hora de exponer su obra, que por otro lado recorre el planeta desde que en 2007 fue inaugurada en Beijing. Han tenido la suerte de contemplarla en las principales capitales, desde Seul a Estocolmo, desde Delf a Milán, sin que en ningún lugar dejase de producir un tremendo impacto. No sé si la obra expuesta en la Fundación CajaCanarias comprende la totalidad de las figuras realizadas por la autora, pero de cualquier manera supone una muestra bastante elocuente del trabajo que ha realizado.

Para terminar, no pueden faltar en estas líneas mi felicitación más calurosa a los dirigentes de la Fundación. Esta muestra es un hito en su actual trayectoria, sobre todo teniendo en cuenta los escasos medios económicos con que cuenta en la actualidad la "res" cultural. Siendo, como he dicho, escasos, utilizarlos de este modo -transporte, montaje, divulgación, coste laboral, etc.- merece el aplauso y el agradecimiento de toda la isla.